29/12/06

Decálogo del voto ético

Durante las elecciones presidenciales de 1998, la Asociación Evangélica Brasileña (AEVB) redactó y divulgó un texto en defensa del voto ético y lúcido. El texto sigue siendo más actual que nunca, lo que llevó al sitio Teología Brasileira a publicarlo en su totalidad seis años después:

“Con este Decálogo Evangélico del Voto Ético y Lúcido, la AEVB espera poder contribuir con un proceso electoral en el cual el voto evangélico no sea manipulado, como ocurrió muchas veces ya, sino sea usado con conciencia y objetividad para el bien del Brasil. Teniendo en cuenta que la población evangélica en el Brasil es uno de los segmentos numéricos más grandes de la población nacional, la Asociación Evangélica Brasileña (AEVB) consideró indispensable ofrecer su contribución informativa y formativa a la comunidad cristiana a la que está vinculada, con la intención de que, al hacerlo, ayude a la iglesia a madurar en el ejercicio de su ciudadanía política. He aquí algunas referencias fundamentales sobre el uso ético del voto evangélico, según el resumen de propuestas defendidas por la AEVB:


I. El voto es intransferible e innegociable. Con él, el cristiano expresa su conciencia como ciudadano. Por esto, el voto debe reflejar la comprensión que tiene el cristiano de su país, su provincia y municipio:


II. El cristiano no debe violar su conciencia política. No debe negar su manera de ver la realidad social, aun cuando un líder de la iglesia busque dirigir el voto de la comunidad en otra dirección;


III. Los pastores y líderes tienen la obligación de orientar a los fieles sobre cómo votar con ética y con discernimiento. No obstante, deben evitar transformar el proceso de aclaración política en un proyecto de manipulación e inducción político-partidario.


IV. Los líderes evangélicos deben ser lúcidos y democráticos. Por lo tanto, antes que indicar a quién la comunidad debe votar debe orientar a los cristianos a conocer bien la historia y principalmente la propuesta de gobierno de los candidatos a través de debates multipartidarios y otros medios que permitan que todos sean oídos sin preconceptos.


V. La diversidad social, económica e ideológica que caracteriza a la iglesia evangélica en el Brasil debe llevar a los pastores a no intentar realizar procesos político-partidarios dentro de la iglesia, para no correr el riesgo de que estos procesos dividan a la comunidad en distintos partidos;


VI. Ningún cristiano debe sentirse obligado a votar a un candidato por el simple hecho de que éste se confiese cristiano evangélico. Más bien, los evangélicos deben discernir si los candidatos que se dicen cristianos son personas lúcidas y comprometidas con las causas de la justicia y de la verdad. Aun más, es fundamental que el candidato evangélico quiera ser elegido para propósitos mayores que simplemente defender los intereses inmediatos de un grupo religioso o de una denominación evangélica. Es obvio que la iglesia tiene intereses que pasan también por la dimensión política. Pero es demasiado mezquino y pobre pretender elegir a alguien simplemente para defender intereses limitados a las causas temporales de la iglesia. Un político evangélico tiene que ser, por sobre todo, un evangélico en la política y no un mero “agente” de iglesias.


VII. Los fines no justifican los medios. Por lo tanto, el elector cristiano no debe jamás aceptar el pretexto de que un político evangélico votó de cierta forma simplemente porque obtuvo la promesa de que, al hacerlo, conseguiría algunos beneficios para la iglesia, sean radios, concesiones de TV, terrenos para templos, líneas de crédito bancario, propiedades u otros “trueques”, aunque sean menores. A pesar de que todos demos por sentado que entre los bastidores de la política haya acuerdos y arreglos de intereses, no se puede sin embargo admitir que dichos “ajustes” impliquen la prostitución de la conciencia de un cristiano, aun cuando la “recompensa” sea aparentemente muy buena para la expansión de la causa evangélica. A fin de cuentas, Jesús no aceptó ganar los “reinos de este mundo” por cualquier medio. Él prefirió el camino de la cruz;


VIII. Los electores evangélicos deben votar a sus candidatos basándose sobre todo en programas de gobierno y no simplemente en función rumores del tipo: “Tal candidato es ateo” o “Fulano va a cerrar las iglesias” o “Mengano no va a dar nada para los evangélicos” o aun “Zutano es bueno porque dará mucho para los evangélicos”. Es bueno saber que la Constitución del país no da a cualquiera el poder de limitar la libertad religiosa de cualquier grupo. Dicho esto, es válido observar que quienes difunden estos rumores casi siempre tienen la intención de inducir los votos de electores asustados e impresionables en la dirección de un candidato con el cual están vinculados;


IX. Siempre que un elector evangélico se encuentre en una encrucijada del tipo: “el candidato evangélico es óptimo, pero no me gusta su partido” es una buena sugerencia que aún así se le dé un “voto de confianza” a ese hermano en la fe, siempre que tenga las calificaciones para el cargo. La fe debe priorizarse a las simpatías ideológico-partidarias.


X. Ningún elector evangélico debe sentirse culpable por tener una opinión política diferente de la de su pastor o líder espiritual. El pastor debe ser obedecido en todo aquello que enseña sobre la Palabra de Dios, de acuerdo con ella. En cambio, en el ámbito político, la opinión del pastor debe ser oída simplemente como la palabra de un ciudadano y no como una profecía divina”.




Tomado y traducido de http://www.teologiabrasileira.com.br/Materia.asp?MateriaID=80

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