23/1/07

Cita bíblica

En el campo del pobre hay abundante comida, pero ésta se pierde donde hay injusticia.

Proverbios 13:23

Abraham Lincoln

Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo.
Puedes engañar a algunos todo el tiempo.
Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.

22/1/07

Mejora el bienestar, pero con desigualdad

Los sectores medios y de mayores ingresos perciben una mejora en su situación superior que la de las personas de menos recursos; escasos avances en educación

El crecimiento de la economía se tradujo el año anterior en una mejora del bienestar de los argentinos. O, al menos, esa esa la percepción que recogió un índice elaborado por el Centro de Economía Regional y Experimental (CERX), que, además, muestra que la desigualdad no se da sólo en el campo de los ingresos.


El índice de Bienestar Económico (IBEA) aumentó un 16,1 por ciento el año anterior con relación a 2004, según señala un comunicado difundido por el CERX. El indicador se elabora sobre la base de una encuestra realizada a 650 personas en el Gran Buenos Aires. El relevamiento evalúa la percepción que tiene la población con respecto al sistema de salud, el sistema educativo, a su situación económica (ingresos y consumo), al mercado laboral y a su vivienda.


"La situación de bienestar de la población refleja las disparidades distributivas: los sectores de ingresos altos aumentaron notablemente su percepción de bienestar, mientras los de ingresos medios muestran una recuperación y los sectores de ingresos bajos permanecen en un estancamiento relativo", señala el informe.


"Sin dudas el crecimiento económico reflejó un aumento del bienestar en todos los sectores como muestra el IBE ingresos, lo cual representa el aumento del consumo, pero en aspectos estructurales, como educación y salud, que demandan politicas de mediano y largo plazo, todavía no se muestran mejoras significativas, sobremanera en los sectores de ingresos bajos", aclara en sus conclusiones.


El indicador relativo a salud mostró un avance del 20,8% en el año. diciembre. "El aumento en este indicador está vinculado a lo que sucede con el mercado laboral: al aumentar el empleo y reducirse la informalidad, más gente tiene posibilidad de acceder al sistema de salud privado", explica el informe. En educación los avances fueron mucho más modestos: 2,4% en el año.


Asi como la evolución de los ingresos de los hogares ha marcado una muy leve reducción de la brecha entre la población más rica y la de menos recursos, el índice de bienestar muestra un fenómeno similar: todos mejoran, pero los sectores con mayores ingresos lo hacen en una proporción mayor.


Así ocurrió en el cuarto trimestre, según señala el trabajo: "A diferencia del tercer trimestre del año, cuando la evolución favorable del IBE se percibió en todos los estratos de ingresos, entre octubre y diciembre el aumento se concentró en los sectores de ingresos altos, mientras que en los estratos medios se mantuvo sin cambio y hubo un leve retroceso en los de ingresos bajos".


"En el balance 2006, donde el IBE registra un avance de 16,1%, la mejora estuvo liderada por los sectores medios, donde el Bienestar Económico subió 26,5% en el año, seguida por los sectores altos, con una suba de 18,4%, pero los sectores bajos tuvieron un retroceso de 3,1%", indica el informe.



http://www.lanacion.com.ar/economia/nota.asp?nota_id=877399
LANACION.com | 22.01.2007 | 13:20 | Economía

21/1/07

Cita bíblica

¡Ya se te ha declarado lo que es bueno!

Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor:

Practicar la justicia,

amar la misericordia,

y humillarte ante tu Dios.


Miqueas 6:8

Margaret Mead

Nunca duden que un grupo de ciudadanos comprometidos puedan cambiar el mundo. En realidad, es lo único que lo ha cambiado.

La responsabilidad civil de los católicos

La responsabilidad civil de los católicos
El Papa insiste en la dimensión pública de la fe

ROMA, domingo, 21 enero 2007 (ZENIT.org).- Los cristianos tienen derecho a que se escuche su voz en temas políticos y civiles. Este ha sido uno de los puntos del discurso de Benedicto XVI a la Curia Romana el 22 de diciembre. Tras comentar por qué la Iglesia se opone a la legalización del matrimonio para las parejas del mismo sexo, el Papa defendía el derecho de los fieles, y de la Iglesia misma, a hablar sobre este tema.

«Si nos dicen que la Iglesia no debería entrometerse en estos asuntos, entonces podemos limitarnos a responder: ¿Es que el hombre no nos interesa?», indicaba el Santo Padre. Es nuestro deber, explicaba, defender a la persona humana.

Esto es necesario en la sociedad contemporánea, explicaba el Pontífice más adelante. «El espíritu moderno ha perdido la orientación», observaba, y esto significa que muchas personas no están seguras de qué normas transmitir a sus hijos. De hecho, en muchos casos no sabemos ya cómo usar nuestra libertad correctamente, o qué es moralmente recto o erróneo.

«El gran problema de Occidente es el olvido de Dios», comentaba el Papa; un olvido que se difunde.

Sólo tres días después, el Papa volvía sobre el tema en su mensaje antes de la Bendición «urbi et orbi» el día de Navidad. «A pesar de tantas formas de progreso, el ser humano es el mismo de siempre: una libertad tensa entre bien y mal, entre vida y muerte».

En la edad moderna nuestra necesidad de fe es mayor que nunca, dada la complejidad de los temas a tratar. El mensaje que ofrece la Iglesia no disminuye nuestra humanidad apunta el Papa. «En verdad, Cristo viene a destruir solamente el mal, sólo el pecado; lo demás, todo lo demás, lo eleva y perfecciona».

La fe en la vida pública

No obstante, existe oposición a que la religión juegue un papel en los debates públicos, afirmaba Benedicto XVI. En su discurso del 9 de diciembre a la Unión de Juristas Católicos Italianos, el Papa examinaba el concepto de «laicidad».

El término, explicaba, describía originalmente el estatus del cristiano lacio que no pertenece al clero. En los tiempos modernos, sin embargo, «ha asumido el de exclusión de la religión y de sus símbolos de la vida pública mediante su confinamiento al ámbito privado y a la conciencia individual».

Esta comprensión de la laicidad concibe la separación Iglesia-Estado como que la primera no tiene derecho a intervenir en manera alguna en temas que tengan que ver con la vida y la conducta de los ciudadanos, explicaba el Papa. Además, también exige que se excluya todo símbolo religioso de los lugares públicos.

Frente a este desafío Benedicto XVI declaró a los asistentes que es tarea de los cristianos formular un concepto alternativo de laicidad que, «por una parte, reconozca a Dios y a su ley moral, a Cristo y a su Iglesia, el lugar que les corresponde en la vida humana, individual y social, y que, por otra, afirme y respete ‘la legítima autonomía de las realidades terrenas’», como lo definió el Concilio Vaticano II en la constitución «Gaudium et Spes» (No. 36).

Como deja claro el documento del Vaticano II, una «sana laicidad» significa autonomía del control de la Iglesia de las esferas política y social. Así, la Iglesia es libre de expresar su punto de vista y las personas deben decidir la mejor forma de organizar la vida política.

Pero no es autonomía del orden moral. Sería un error aceptar que la religión debiera confinarse de forma estricta a la esfera privada de la vida, sostenía el Papa. La exclusión de la religión de la vida pública no es expresión de laicidad, «sino su degeneración en laicismo», afirmaba.

Además, cuando la Iglesia comenta temas legislativos esto no se debe considerar como una intromisión indebida, «sino de la afirmación y de la defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de la persona y salvaguardan su dignidad». Es deber de la Iglesia, afirmaba el Pontífice, «proclamar con firmeza la verdad sobre el hombre y sobre su destino».

Concluyendo su discurso el Papa recomendaba que, frente a quienes quieren «excluir a Dios de todos los ámbitos de la vida, presentándolo como antagonista del hombre», los cristianos deben mostrar que «Dios, en cambio, es amor y quiere el bien y la felicidad de todos los hombres».

La ley moral dada por Dios no tiene como finalidad oprimirnos, explicaba, «sino librarnos del mal y hacernos felices».

Servir a la humanidad

Los discursos papales de diciembre sobre el papel de la fe en la vida pública reflejan una de sus preocupaciones constantes durante el año pasado. Otro importante comentario de Benedicto XVI sobre este asunto es el discurso del 19 de octubre a los participantes en la Asamblea Eclesial Nacional italiana en Verona.

El Papa observaba cómo la asamblea organizada por la Iglesia italiana había considerado la cuestión de la responsabilidad civil y política de los católicos. «Cristo vino para salvar al hombre real y concreto, que vive en la historia y en la comunidad; por eso, el cristianismo y la Iglesia, desde el inicio, han tenido una dimensión y un alcance públicos», afirmaba.

La Iglesia, añadía el Santo Padre, no está interesada en convertirse en un «agente político» y es papel de los fieles laicos, como ciudadanos, trabajar directamente en la esfera política. Pero, añadía, la Iglesia ofrece su aportación por medio de la doctrina social. Además, reforzar las energías morales y espirituales significa que habrá una mayor probabilidad de que la justicia se ponga por delante de la satisfacción de los intereses personales.

Cuando el presidente italiano, Giorgio Napolitano, hizo su primera visita oficial a Benedicto XVI el 20 de noviembre, una vez más apareció el tema de la Iglesia y el Estado. Ambas instituciones, aunque distintas, tienen la función común de servir a la persona humana, comentaba el Pontífice.

El bien de los ciudadanos no se puede limitar a unos pocos indicadores materiales, como la riqueza, la educación y la sanidad. La dimensión religiosa también es parte vital del bienestar, empezando por la libertad religiosa.

Pero la libertad religiosa, sostenía el Papa, no se limita al derecho a celebrar unos servicios o que las creencias personales no sean atacadas. La libertad religiosa también incluye el derecho de las familias, los grupos religiosos y la Iglesia a ejercer sus responsabilidades.

Esta libertad no compromete al Estado o los intereses de otros grupos, porque se realiza en espíritu de servicio a la sociedad, explicaba Benedicto XVI. Así cuando la Iglesia y los fieles afrontan temas como la salvaguarda de la vida humana o la defensa de la familia y el matrimonio, no lo hace sólo por unas creencias religiosas específicas, sino «en el contexto y según las reglas de la convivencia democrática, por el bien de toda la sociedad y en nombre de valores que toda persona de recto sentir puede compartir».

Estos esfuerzos de la Iglesia y los cristianos no son siempre aceptados de forma favorable, observaba el Pontífice en su discurso del 8 de septiembre a los obispos de la provincia canadiense de Ontario, con ocasión de su visita «ad limina» a Roma.

Además, observaba que algunos líderes cristianos de la vida civil «sacrifican la unidad de la fe y sancionan la desintegración de la razón y los principios de la ética natural, rindiéndose a efímeras tendencias sociales y a falsas exigencias de los sondeos de opinión».

Pero el Papa recordaba a los obispos: «La democracia sólo tiene éxito si se basa en la verdad y en una correcta comprensión de la persona humana». Por esta razón los católicos implicados en la vida política deberían ser testigos del «esplendor de la verdad» y no separar moralidad de esfera pública.

Benedicto XVI animaba a los obispos a demostrar que «nuestra fe cristiana, lejos de ser un obstáculo para el diálogo, es un puente, precisamente porque une razón y cultura». Un llamamiento válido para los cristianos de todos los países en este comienzo de año.

Por el padre John Flynn

16/1/07

Pablo VI

"Si quieres la paz, lucha por la justicia".

Cita bíblica

Así dice el Señor:

“Que no se gloríe el sabio de su sabiduría,

ni el poderoso de su poder,

ni el rico de su riqueza.

Si alguien ha de gloriarse,

que se gloríe de conocerme

y de comprender que yo soy el Señor,

que actúo en la tierra con amor,

con derecho y justicia,

pues es lo que a mí me agrada".


Jeremías 9:23, 24

15/1/07

Una visión política cristiana estadounidense distinta: Jim Wallis (2)

God’s Politics (La política de Dios)

Jim Wallis

Extracto de capítulo

Capítulo Uno


Recuperar la fe


Cooptada por la Derecha, descartada por la Izquierda


Muchos de nosotros sentimos que nos han robado la fe, y es hora de recuperarla. En particular, ha habido una enorme representación pública errónea del cristianismo. Y, gracias a una casi uniforme percepción errónea de los medios, muchos en todo el mundo ahora piensan que la fe cristiana respalda compromisos políticos que son casi lo contrario de su verdadero significado. ¿Cómo llegó la fe en Jesús a conocerse como pro-ricos, pro-guerra y sólo pro-estadounidense? ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Y cómo volvemos a una fe histórica, bíblica y auténticamente evangélica, rescatada de sus distorsiones contemporáneas? Esta operación de rescate es aún más crucial hoy, a la luz de una crisis social que se profundiza y clama por una religión más profética.


Por supuesto que nadie puede robarle su fe personal; eso está entre usted y Dios. El problema es en la arena política, donde hay voces estridentes que afirman representar a los cristianos cuando claramente no hablan por la mayoría de nosotros. Es hora de recuperar nuestra fe en la arena pública, especialmente en un tiempo en que se necesita desesperadamente un testimonio social más auténtico.


La Derecha religiosa y política confunde en general el significado público de la religión, prefiriendo centrarse sólo en temas sexuales y culturales mientras pasa por alto los temas más sustanciosos de la justicia. Y la Izquierda secular no parece entender para nada el significado y la promesa de la fe para la política, descartando erróneamente la espiritualidad como irrelevante para el cambio social. Ocurre que yo soy conservador en temas de responsabilidad personal, el carácter sagrado de la vida humana, la realidad del mal en nuestro mundo, y la importancia crítica del carácter individual, el trabajo de los padres y fuertes “valores familiares”. Pero las presentaciones populares de la religión en nuestro tiempo (especialmente en los medios) ignoran casi por completo la visión bíblica de la justicia social y, aun peor, descartan dichas preocupaciones como meramente “de izquierda”.


Ciertamente es hora de recuperar nuestra fe.


¿Recuperar nuestra fe de quiénes? Para ser sincero, la confusión surge de muchas fuentes. De derechistas religiosos que dicen conocer las ideas políticas de Dios en cada tema, y luego pasan por alto los temas en los que Dios parece más interesado. De sacerdotes pedófilos y obispos encubridores que destruyen vidas y avergüenzan a la iglesia. De predicadores televisivos cuyos estilos de vida extravagantes y groseras tácticas de recaudación de fondos avergüenzan a tantos cristianos. De secularistas liberales que quieren desterrar la fe de la vida pública y niegan valores espirituales al alma de la política. Y aun de teólogos liberales cuya conformidad cultural y credos modernos sirven para erosionar los fundamentos de la fe bíblica histórica. De filósofos de la Nueva Era que quieren convertir a Jesús en un gurú espiritual inofensivo. Y de políticos a los que les encanta decir lo religiosos que son pero no aplican en lo más mínimo los valores de la fe a su liderazgo público y a sus políticas.


Es hora de reafirmar y reclamar la fe del evangelio, especialmente en nuestra vida pública. Cuando lo hacemos, descubrimos que la fe desafía a los poderes existentes a hacer justicia por los pobres en vez de predicar el “evangelio de la prosperidad” y apoyar a políticos que enriquecen aún más a los ricos. Recordamos que la fe odia la violencia y busca reducirla, y hace una argumentación fundamental contra la guerra, en vez de justificarla en nombre de Dios. Vemos que la fe crea comunidad a partir de las divisiones raciales, de clase y de género y prefiere la comunidad internacional por sobre la religión nacionalista, y vemos que “Dios bendiga a Estados Unidos” no se encuentra en ninguna parte de la Biblia. Y se nos recuerda que la fe considera que temas como el carácter sagrado de la vida y los vínculos familiares son tan importantes que nunca deberían usarse como símbolos ideológicos o meros peones políticos en la guerra partidaria.


A los medios les gusta decir: “Ah, entonces usted debe ser de la Izquierda religiosa, ¿no es cierto?”. No, de ninguna forma, y la pregunta misma es el problema. Sólo porque la Derecha religiosa ha adoptado para el poder político una vestimenta ideológica completamente predecible no significa que todos quienes cuestionan esta seducción política deben ser su contraparte político opuesto. La mejor contribución pública de la religión es precisamente no ser predecible ideológicamente ni ser leal a un partido. Plantear siempre los temas morales de los derechos humanos, por ejemplo, desafiará tanto a gobiernos de izquierda como de derecha que ponen el poder por encima de los principios. La acción religiosa está arraigada en un lugar mucho más profundo que los “derechos”, y ese lugar es la imagen de Dios en cada ser humano.

Similarmente, cuando los pobres son defendidos con fundamentos morales o religiosos, ciertamente no es una “guerra de clases”, según la acusación frecuente de los ricos, sino más bien una respuesta directa al enfoque abrumador de las Escrituras, que afirman que los pobres son en general desestimados, explotados y oprimidos por la elites ricas, los gobernantes políticos y las poblaciones acomodadas indiferentes. Esas Escrituras no avalan simplemente los programas sociales de los liberales o de los conservadores, sino que dejan en claro que la pobreza es ciertamente un tema religioso, y que el fracaso de los líderes políticos en ayudar a levantar a los pobres será juzgado como una falla moral.


Es precisamente debido a que la religión toma el problema del mal tan seriamente que siempre debe sospechar del exceso de poder concentrado –político o económico–, sea en regímenes totalitarios o en enormes corporaciones multinacionales que ahora tienen más riqueza y poder que muchos gobiernos. Ciertamente es nuestra teología del mal que hace que seamos fuertes proponentes de la democracia tanto política como económica, no porque la gente sea tan buena sino porque a menudo no lo es, y necesita claras salvaguardas y fuertes sistemas de contrapeso para evitar peligrosas acumulaciones de poder y riqueza.


Es por esto que dudamos de la bondad de todas las superpotencias y la justicia de los imperios en cualquier era, especialmente cuando sus afirmaciones de inspiración y éxito invocan la teología y el nombre de Dios. Considerando las tendencias humanas al poder militar y político para el autoengaño y la mentira, ¿es de extrañar que difícilmente haya un solo cuerpo religioso en el mundo que considere “justa” la ética de la guerra unilateral y preventiva? La sabiduría religiosa sugiere que, cuanto más abrumador el poder militar, más peligrosa es su capacidad de engaño propio y público. Si el mal en este mundo es profundamente humano y muy real –y las personas religiosas creen que lo es–, simplemente no tiene sentido espiritual sugerir que todo el mal está “allá afuera”, con nuestros adversarios y enemigos, sin nada “aquí adentro”, con nosotros, entremezclado en nuestras propias actitudes, comportamientos y políticas. Las naciones poderosas afirman peligrosamente “librar al mundo del mal”, pero a menudo hacen enormes daños en su vocación autodesignada.


La pérdida de la vocación profética de la religión es terriblemente peligrosa para cualquier sociedad. ¿Quién sostendrá la dignidad de los marginados económicos y políticos? ¿Quién cuestionará la arrogancia moral de las naciones y sus líderes? ¿Quién el recurso a la violencia y el apresuramiento para ir a la guerra mucho antes de que haya demostrado ser inequívocamente el último recurso? ¿Quién no permitirá que el nombre de Dios sea usado simplemente para justificarnos, en vez de llamarnos a rendir cuentas? ¿Y quién amará a las personas lo suficiente como para cuestionar sus peores hábitos, sus entretenimientos más groseros y sus abandonos egoístas?


La religión profética siempre plantea la cuestión del bien común. Por cierto, la pregunta: “¿Qué ocurrió con el bien común?” debe ser un refrán religioso constante dirigido a partidarios políticos cuya búsqueda implacable de poder y riqueza hace que olviden repetidamente la “mancomunidad”. Ese bien común siempre debe ser construido a partir de las fuentes más profundas de nuestra responsabilidad personal y también social junto con la insistencia absoluta en nunca separarlas.


Siempre me asombra la discusión sobre la pobreza, donde un lado cita la necesidad de cambios en los comportamientos personales y el otro, la necesidad de mejores programas sociales, como si ambas fueran mutuamente excluyentes. Cuando los ideólogos partidistas de ambos lados plantean esta absurda bifurcación me convenzo rápidamente de que ninguno ha vivido o trabajado remotamente cerca de la pobreza o de los pobres. Que hay comportamientos que arraigan más y aun causan la pobreza es incuestionable, como lo es el poder innegable de los sistemas y estructuras para institucionalizar la injusticia y la opresión. Juntas, la responsabilidad personal y la responsabilidad social crean el bien común. Porque conocemos estas realidades como hechos religiosos, enseñados en nuestras Escrituras sagradas, las comunidades religiosas las pueden enseñar a quienes aún están buscando más culpas que soluciones para los acuciantes problemas sociales.


Pero recuperar la fe de los profetas bíblicos y Jesús no tiene que ver solo con la política; también modela la forma en que vivimos nuestras vidas personales y comunitarias. ¿Cómo vivimos una fe cuya manifestación social es la compasión y cuya expresión pública es la justicia? ¿Y cómo criamos nuestros hijos según estos valores? Esta podría ser la batalla más importante de formación espiritual en nuestros tiempos, según estoy descubriendo personalmente como nuevo padre. Nuestras congregaciones religiosas no fueron hechas para ser organizaciones sociales que meramente reflejan los valores de la cultura más amplia, sino dinámicas comunidades contraculturales cuyo propósito es remodelar vidas y sociedades. Esa realización tal vez tenga la mayor capacidad para transformar tanto la religión como la política.


Contendemos hoy con fundamentalistas religiosos y seculares, ninguno de los cuales debe salirse con la suya. A un grupo le gustaría imponer las doctrinas de una teocracia política a sus conciudadanos, mientras que al otro le gustaría privar a la arena pública de valores morales y espirituales necesarios generalmente moldeados por la fe. En una cultura política y de medios que fuerza todo dentro de sólo dos opciones, izquierda y derecha, las personas religiosas deben rehusar la categorización ideológica y más bien construir puentes entre personas de buena voluntad tanto en el campo liberal como conservador. Debemos insistir en las profundas conexiones entre la espiritualidad y la política mientras defendemos los límites adecuados entre la iglesia y el estado que protegen a las minorías religiosas y no religiosas y nos mantienen a salvo de la religión controlada por el estado. Podemos demostrar nuestro compromiso con la democracia pluralista y apoyar la legítima separación entre iglesia y estado sin segregar los valores morales y espirituales de nuestra vida política.


Ni el fundamentalismo religioso ni el secular pueden salvarnos, pero un nuevo avivamiento espiritual que encienda una profunda conciencia social puede transformar nuestra sociedad. Los movimientos ciertamente cambian la historia, y los más fuertes son aquellos que cuentan con un fundamento espiritual. Lo más importante es el poder espiritual de la esperanza, que puede ser lo único que puede terminar por vencer nuestro cinismo tan caractarística. Esperanza versus cinismo es la elección moral y política clave de nuestro tiempo. Este libro trata de la política de la esperanza.


La elección de 2004


Durante cada semana de la campaña de 2004 tuve entrevistas con periodistas que iniciaban la conversación diciendo: “Estoy escribiendo un artículo sobre la religión y la elección”. Y la religión resultó ser uno de los factores críticos de la elección.

Esto quedó demostrado por una historia de la Radio Pública Nacional a mediados de septiembre de 2004 acerca de una votante sin lealtad partidaria de Virginia del Oeste. Ya en la séptima década de su vida, esta mujer había votado en cada elección desde que tenía veintiún años. Pero esta vez se sentía más conflictuada que nunca. Le dijo al periodista que pensaba que la guerra de Irak era un error y se estaba convirtiendo en un verdadero lío. “No deberíamos haber ido a Irak”, dijo. “Siento que Bush nos llevó a esto”. Pero dijo que le gustaba la forma en que Bush habla de su cristianismo e incorpora la fe en lo que está haciendo. Por otra parte, “Hemos perdido muchos puestos de trabajo en Virginia del Oeste”, dijo, y eso la llevaba a inclinarse lejos de su presidente de nuevo. Pero entonces dijo que coincidía con él acerca del matrimonio de homosexuales y el aborto. Sus conflictos ejemplifican los temas de política y culturales que definieron esta campaña.


Cuando los periodistas comenzaban a decir que los temas religiosos de esta elección eran el aborto y el matrimonio de homosexuales, yo corregía frecuentemente la percepción estrecha que reduce toda la ética y valores cristianos a uno o dos temas sociales candentes. Hablé de cómo la pobreza, el medio ambiente, la guerra en Irak y nuestra respuesta al terrorismo tenían que ver con valores religiosos y morales clave que eran importantes para las personas de fe. Esa perspectiva más amplia siempre tenía sentido para los periodistas, y sus artículos asumían una visión más amplia de los temas en juego.


La cobertura de la religión y la política ha empezado a cambiar. Algunos periodistas reconocieron sinceramente que sólo acostumbraban cubrir lo que la Derecha religiosa tenía que decir acerca de la política, porque eran las voces más estridentes. Pero este año los medios vieron más voces religiosas moderadas y progresistas con mucha más visibilidad e impacto, así que algunos miembros de la prensa querían ofrecer una cobertura más equilibrada.


Probablemente ayudó mucho la exitosa declaración y campaña publicitaria de Sojourners: “Dios no es republicano. Ni demócrata”. Sugería que respaldar candidatos políticos está muy bien, pero no “ordenarlos”, como algunos líderes de la Derecha religiosa que designaron a George W. Bush como “el candidato de Dios” en esta elección y declararon que los verdaderos cristianos sólo debían votar por él. Simplemente dejar en claro que habría buenas personas de fe votando tanto por George Bush como por John Kerry en esta elección por razones profundamente arraigadas en su fe fue una declaración importante. También cuestionó directamente el voto de un solo tema que surge de reducir todos nuestros valores religiosos morales a sólo uno o dos temas, y decía que todos los candidatos debían ser examinados midiendo sus políticas contra el espectro completo de la ética y los valores cristianos. En esa lista más amplia y profunda de valores religiosos y morales figuraban la pobreza, el medio ambiente, la guerra, decir la verdad, los derechos humanos, nuestra respuesta al terrorismo y una “ética coherente de la vida humana” que incluía el aborto, pero también la pena capital, la eutanasia, las armas de destrucción masiva, VIH/SIDA y otras pandemias, y el genocidio en todo el mundo. Desde la publicación del anuncio en agosto en New York Times el primer día de la Convención Nacional Republicana hasta su aparición el fin de semana previo a la elección en USA Today, con publicaciones en más de cincuenta diarios locales en ciudades y universidades en medio (a menudo por iglesias y grupos de estudiantes locales), la campaña “Dios no es un republicano o un demócrata” creó un diálogo vital y riguroso en todo el país dentro de la comunidad religiosa y más allá, y se volvió una importante discusión en los medios.


Las diferencias en cómo las campañas y los candidatos trataron el tema de la religión en el año electoral 2004 fueron muy marcadas. La Convención Republicana parecía en ocasiones un “culto de adoración”, según la escritora de religión Amy Sullivan, especialmente antes de la cobertura televisiva en horario pico. El principal estratega político de la campaña de Bush, Karl Rove, no ocultó su intención de buscar agresivamente los votantes religiosos conservadores. Pero, al hacerlo, el equipo de reelección de Bush sobrepasó seriamente los límites correctos entre iglesia y estado al sugerir “deberes” religiosos que incluían entregar listas de miembros de congregaciones a los partidos republicanos locales. Esto ofendió aun a miembros de la propia base religiosa de Bush, como Richard Land de los Bautistas del Sur, que dijo que esta clase de actividades partidarias eran “inapropiadas” y que estaba “pasmado”, una crítica sincera y honorable. En los mailings a las iglesias en algunos estados, el Comité Nacional Republicano sugería que los liberales (léase demócratas) prohibirían la Biblia y aceptarían el matrimonio de homosexuales si fueran a ganar.


Jamás vi un comportamiento tan escandaloso de parte un partido político para tratar de manipular la religión para sus propios fines mientras le faltaba el respeto a la fe de millones de otros creyentes que no están de acuerdo con el programa político republicano. ¿Qué dicen esas tácticas acerca del respeto de los republicanos por las iglesias negras, cuando el voto del estadounidense africano fue, nuevamente, casi 90 por ciento para los demócratas? ¿Tiene algo malo su fe? Las iglesias negras, ¿prohíben la Biblia? Los republicanos prácticamente dicen ser los dueños de la religión. Y los demócratas aún no parecen saber cómo recuperar la fe.


Si los republicanos se excedieron en sus esfuerzos religiosos, los demócratas se quedaron cortos en su empeño por ser más amistosos con la religión que en el pasado reciente. Si hubieran escuchado más cuidadosamente las voces religiosas tanto dentro como fuera de la campaña de Kerry, habrían recibido más ayuda estratégica y capacidad pública al hablar directamente acerca de los temas importantes de la religión en la política y al buscar ampliar su definición en esta campaña de elección.


En honor a la verdad, los demócratas, tanto en su convención como en su campaña, sí intentaron ofrecer una nueva puerta abierta a la comunidad religiosa de formas importantes, y Kerry comenzó a hablar acerca de cómo su propia fe influía en sus valores. Pero el candidato demócrata podría haber hecho mucho más para hablar a públicos religiosos, hablar a la prensa religiosa y redefinir los temas religiosos en juego en esta campaña alejándose de sólo el aborto y la Eucaristía, e incluyendo la pobreza y la guerra. Los demócratas deberían estar mucho más dispuestos a usar el lenguaje moral y religioso en defensa de la equidad económica y la justicia. Pero no deberían cometer el mismo error que los republicanos al tratar de cooptar a líderes y comunidades religiosos para su programa político. Tampoco deberían sugerir que las personas religiosas tengan una influencia exclusiva en el tema de la moralidad, sin respetar a millones de estadounidenses que tienen profundas preocupaciones morales por el destino de su país, pero ninguna filiación religiosa. El tema aquí no es la religiosidad en sí misma, sino más bien la brújula moral que un líder político o partido trae a la vida pública. La religión suele ser un factor crítico para crear esa brújula, por lo que es una discusión de campaña válida, pero sin duda la fe no es el único tema. Pero, como se lamentó ante mí un demócrata frustrado luego de la elección, “Mi partido todavía le teme a la palabra “D”.


Los incipientes intentos de los demócratas por alcanzar a la comunidad religiosa y contrarrestar la ahora tristemente célebre “brecha de Dios” entre los dos partidos han sido pasos en la dirección correcta. Pero, con su pérdida en noviembre, hay pocas dudas de que el Partido Demócrata deberá moverse con mucha mayor determinación para abrazar las comunidades y preocupaciones religiosas, para usar un lenguaje moral y religioso para promover la reforma social, y para aprender de las lecciones de movimientos religiosos progresistas en la historia estadounidense al promover su programa para el futuro. En gran parte, el deseo de afirmar una religión progresista proviene de funcionarios electos demócratas espiritualmente devotos que sienten que no han sido respetados, no sólo por los republicanos sino por personas dentro de sus propias filas políticas.


¿Qué tenía que decir la religión progresista acerca de esta elección?


Los conservadores religiosos y políticos a menudo plantean los temas del aborto y el matrimonio de homosexuales. He discrepado claramente con los demócratas acerca del aborto, ya que creo que los cristianos pueden ser a la vez progresistas y pro-vida. He instado a los demócratas a ser mucho más respetuosos y abiertos ante demócratas pro-vida. Algún día, un demócrata inteligente encontrará la forma en que personas pro-elección y pro-vida puedan unirse en medidas concretas para reducir dramáticamente la tasa de abortos centrándose en el embarazo de adolescentes, la reforma de las adopciones y un apoyo real de mujeres de bajos ingresos. Eso sería muy superior a que ambos lados tomen el tema como una pelota de fútbol política y una prueba determinante política durante las elecciones para luego hacer poco al respecto. También he afirmado fuertemente la importancia crítica de fortalecer el matrimonio y la familia y de apoyar a los padres en la tarea más difícil e importante de nuestra sociedad, pero también he apoyado los derechos civiles para los homosexuales y la protección legal para parejas del mismo sexo.


Si los demócratas pudieran aprovechar la oportunidad de una derrota política para realmente reevaluar su lenguaje y estilo, la forma en que expresan moralmente temas de política pública, y su desconexión cultural con demasiados estadounidenses, incluyendo muchas personas de fe, podrían transformar el discurso político. Pero esto requerirá una seria reevaluación. Y si además están dispuestos a reexaminar sus posiciones sobre algunos temas culturales/morales en los que los republicanos les ganaron en 2004, podrían prácticamente cambiar el paisaje político. Si pudieran ser persuadidos tanto por el buen sentido político como por sólidos valores morales a moderar algunas de sus posiciones volviéndose antiaborto sin criminalizar una decisión agonizante y desesperada, y ser pro-familia sin ser antihomosexual, cambiarían la política en Estados Unidos al dar permiso a millones de votantes que votarían naturalmente por ellos si no fuera por la brecha cultural y moral que sienten con el lenguaje y la política demócratas.


Pero hubo dos temas en el año electoral 2004 que más tironearon mi corazón, preocuparon mi conciencia cristiana y me obligan a una ciudadanía y un discipulado fieles. El primero es la pobreza; el segundo es la guerra.


Cuando comenzó la administración Bush, me uní a un pequeño grupo de líderes religiosos para encontrarme con el presidente electo en Austin, Texas. En su favor diré que George W. Bush invitó tanto a quienes habían votado por él como a quienes habían votado en contra. Lo instamos a comprometerse con una meta concreta y medible en la batalla contra la pobreza, como reducir la pobreza infantil a la mitad en diez años, como había prometido el gobierno laborista británico bajo Tony Blair. Pensaba que un presidente republicano, en nombre del conservadurismo compasivo, podría hacer un nuevo avance en el tema crítico de la pobreza, algo así como cuando Nixon fue a China. Le dije que debería sorprender a todos con un agresivo programa antipobreza. Yo apoyé la iniciativa basada en la fe del presidente, para disgusto de amigos demócratas, pero desde el principio de la presidencia de Bush muchos de nosotros hemos tenido un mensaje consistente: deben comprometerse recursos significativos para una seria reducción de la pobreza, no sólo en una iniciativa basada en la fe, sino especialmente en decisiones de presupuesto, políticas impositivas y prioridades de gastos.


Dos años después, una declaración organizada por Call to Renewal y firmada por treinta y cuatro líderes cristianos de todo el espectro teológico y político concluyó, tristemente, que el presidente no había pasado la prueba de los recursos y las prioridades, lo cual hacía que continuar nuestro apoyo a su iniciativa basada en la fe fuera cada vez menos sostenible. Sin los recursos y las políticas para reducir seriamente la pobreza, la iniciativa basada en la fe se convirtió en palabras sin respaldo, fe sin obras. Una iniciativa basada en la fe podría haberse hecho de otra forma, con los recursos y políticas para respaldarla, pero ha resultado ser una gran desilusión, con fallas de política como la denegación de créditos tributarios para hijos de familias de bajos ingresos que hubiera llevado a los profetas bíblicos al jardín de la Casa Blanca.


Otras prioridades eran simplemente más importantes para la administración Bush que la reducción de la pobreza. Los recortes de impuestos que beneficiaron mayormente a los ricos eran más importantes, la guerra de Irak era más importante y la seguridad de la patria era más importante, todos sin el reconocimiento clave de cómo la pobreza, la desesperanza, la inestabilidad familiar y la desintegración social minan nuestra seguridad nacional. Un presupuesto basado en beneficios inesperados para los ricos y duros cortes para familias y niños pobres es un presupuesto que no es bíblico. Las buenas personas que han conducido la oficina de la iniciativa basada en la fe de la Casa Blanca claramente no eran quienes tomaban las decisiones de políticas y presupuestos en la administración Bush. Un resultado de la falta de liderazgo de la Casa Blanca ha sido el incremento constante de la cantidad de personas, familias y niños que viven en la pobreza en cada uno de los últimos tres años, según el informe del Censo de EE.UU. 2003. Y este es un tema religioso.


En su discurso ante la Convención Republicana 2004, el presidente habló de muchos temas importantes: reforma y oportunidad educativa, seguridad en el cuidado de la salud, capacitación para el trabajo, apoyo para familias y barrios de bajos ingresos. Había nuevas y prometedoras direcciones en su noción de “una sociedad de dueños”, que se centra en cosas como créditos impositivos, igualdad educativa y propiedad de viviendas para familias de bajos ingresos como una alternativa a depender sólo de programas de asignación.


En un artículo de agosto de 2004 en New York Times Magazine, el escritor conservador David Brooks trazó una visión para un “republicanismo progresista” que contiene un claro papel para la acción positiva del gobierno para hacer que el trabajo realmente funcione para familias de bajos ingresos, con toda una gama de suplementos salariales y creación de riqueza para familias trabajadoras pobres. Hubo señales de esta visión en el discurso de Bush. Pero el presidente no habló de cómo su prioridad doméstica central –hacer permanentes sus cortes de impuestos que benefician más a los ricos– simplemente no permitiría estas iniciativas del gobierno debido a la falta de recursos. La visión de Brooks nunca será posible si los republicanos se ajustan a su característica ideología antigobierno que es tan renuente a gastar dinero para reducir la pobreza. El presidente no ha cambiado esa mentalidad, sino más bien se ha sometido a ella. Hasta que cambie esa política, los pobres seguirán sufriendo.


Por lo que he oído acerca de George W. Bush (incluyendo pequeñas reuniones y conversaciones personales que he tenido con él), creo que su fe es a la vez personal y real. Y también creo que tiene un corazón genuinamente preocupado por los pobres. Pero creo que el presidente adolece a menudo de mala teología. Sobre el tema de la pobreza, Bush cree en un Dios de caridad, pero no en un Dios de justicia. Y, luego del 11 de septiembre, la teología de George Bush se volvió mucho peor y mucho más peligrosa.


El corazón y la pasión del discurso del presidente Bush y de toda la Convención Republicana fue una resonante defensa de la guerra al terrorismo y en Irak de la administración Bush, junto con un ataque al candidato demócrata como demasiado débil, indeciso e inepto para comandar, reforzado por los anuncios (Swift Boat) atacando el historial de John Kerry en Vietnam.


En el furioso debate de agosto de 2004 sobre ese tema, la prensa terminó por escrutar la credibilidad y la precisión de esos ataques contra el servicio militar de Kerry (cuando el daño ya había sido causado), pero mayormente se abstuvo de la cuestión más polémica acerca de Vietnam: si la guerra fue fundamental y básicamente errónea y caracterizada por la comisión habitual de crímenes de guerra. Eso fue lo que el joven y condecorado oficial naval John Kerry dijo cuando testificó ante el Congreso al volver de la guerra. Yo era un joven organizador antiguerra entonces. Sigo diciendo hoy, treinta años después, que lo que él dijo acerca de Vietnam era cierto entonces y sigue siendo cierto hoy, y que fue la hora más brillante de John Kerry.


Pero la elección mostró que nuestro país sigue estando polarizado por Vietnam y ahora está polarizado nuevamente por otra guerra. No hay ningún desacuerdo en Estados Unidos sobre la necesidad de proteger a nuestras familias, nuestra nación y al mundo del terrorismo y que esta brutal y, sí, malvada violencia terrorista debe ser derrotada. Pero si esa meta y nuestra seguridad nacional fueron fomentadas o si fueron dañadas seriamente por la guerra de Irak es indudablemente la verdadera y divisiva cuestión. Nadie estaba dispuesto a aceptar la palabra de un “loco” –como el presidente caricaturizó a su oponente de la guerra–, pero muchos de nosotros, incluyendo casi cada importante cuerpo cristiano del mundo, creíamos que esta “guerra elegida” era innecesaria e injusta.


Aun como oponente de la guerra, encontré que la parte más conmovedora del discurso de Bush en la convención fueron las historias de sus tiempos con familias de militares que habían perdido a sus preciosos seres queridos. Estas pérdidas son desgarradoras para todos nosotros (como debería serlo también la pérdida de vidas iraquíes). Pasar tiempo con quienes han perdido un hermano, un hijo, una hija, un padre o madre, un esposo o esposa, ha sido una experiencia desgarradora para mí también. Pero la pregunta más lacerante es si esas muertes no fueron trágicamente innecesarias.


El Congreso votó para dar al presidente la autoridad para ir a la guerra, y el presidente malusó y abusó de esa autoridad en la razón, el momento y la forma en que llevó a Estados Unidos a la guerra. Ahora estamos en un verdadero lío y no se le debería permitir a George W. Bush salirse con la suya con las decepciones, incompetencia y consecuencias de esta guerra terrible. La guerra de Irak estuvo mal desde el inicio. Un presidente cristiano pasó por alto la convicción de la vasta mayoría de cristianos del mundo de que la guerra de Irak era un error y que había un camino mejor, una forma más eficaz y moralmente consistente de combatir el terrorismo.


La guerra de Bush en Irak es el comienzo de una estrategia a largo plazo de guerras preventivas y política extranjera estadounidense mayormente unilateral que es a la vez errónea y terriblemente peligrosa para el futuro. Mi hijo mayor tiene seis años, y mi otro hijo, casi dos. Si continúa el curso actual de Estados Unidos, estarán enfrentando guerras interminables en sus vidas, tal vez todavía en Irak y quién sabe dónde más. Muchos estadounidenses creen que hay un camino mejor, incluyendo muchas personas de fe.


El problema político de Jesús


Participo en muchos programas de radio, especialmente charlas radiales, desde radios cristianas evangélicas y católicas a radios gospel negras, Radio Pública Nacional, charlas radiales drive-in, la liberal Air America y la izquierdista radio Pacifica. Estaba en una entrevista en Air America un día cuando el entrevistador Al Franken me preguntó acerca de Jesús. Me dijo que él era judío, aunque no practicante ni especialmente devoto, pero lo que lo tenía sinceramente perplejo era cómo algunas personas podían pensar que Jesús podría alguna vez apoyar recortes impositivos para los ricos mientras que los pobres veían sus magros recursos reducidos tan dramáticamente. Simplemente no lo entendía. Y muchos tampoco lo entienden.


Almorcé un día con el presidente de una importante compañía sin fines de lucro proveedoras de viviendas para pobres que me volvió a hacer la pregunta, diciendo: “Soy un lector del Nuevo Testamento, y simplemente no entiendo cómo un programa económico de derecha puede encajar con las claras enseñanzas de Jesús sobre la riqueza y la pobreza en Mateo, Marcos, Lucas y Juan”.


Ese es el problema del programa económico y político de la Derecha religiosa: la mayoría de las personas saben lo que Jesús dijo acerca de estas cosas, sean cristianas o no. Y la conformidad de muchos líderes evangélicos conservadores con la Derecha política y su programa que favorece a los ricos por sobre los pobres y la clase media simplemente no tiene sentido para ellos. Saben que Jesús no era pro-ricos, pro-guerra y sólo pro-estadounidense, como dije al principio de este capítulo. Así que se preguntan: ¿por qué tantos evangélicos conservadores hacen caso omiso a la enseñanza de Jesús? ¿Por qué grupos de “valores familiares” apoyan el programa económico de derecha republicano cuando afecta a tantas familias de bajos ingresos? ¿Y cómo algunos pueden siquiera afirmar que Dios es pro-guerra? A la mayoría de las personas no les cierra, porque saben que Jesús estaba del lado de los pobres y de la causa de la paz. La política de Jesús es un problema para la Derecha religiosa.


Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres” e inauguró su propio ministerio proclamando: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los presos y dar vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año del favor del Señor” (que era una referencia bíblica directa al Año del Jubileo en las Escrituras hebreas donde, periódicamente, las deudas de los pobres eran canceladas, los esclavos eran liberados y la tierra era redistribuida en aras de la equidad). Personas como Bono, el cantante principal de U2, ven la pertinencia contemporánea de estas Escrituras para temas como la pobreza global y la pandemia de VIH/SIDA en África, al igual que muchos de sus jóvenes seguidores, así que ¿por qué no lo ven otros? En el capítulo veinticinco de Mateo, Jesús habla de los hambrientos, los sin techo, los extranjeros, los prisioneros y los enfermos, y promete confrontar a todos sus seguidores el día del juicio con estas palabras: “Todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”. James Forbes, pastor de Riverside Church, Nueva York, concluye a partir del texto que: “¡Nadie llega al cielo sin una carta de referencia de los pobres!”. ¿Cuántos de los predicadores televisivos más famosos de Estados Unidos podrían exhibir esa carta?


En un mundo de violencia y de guerra, las palabras de Jesús, “Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios”, no sólo son desafiantes, sino intimidantes. El dicho más duro de Jesús y tal vez el más polémico en nuestro mundo posterior al 11 de septiembre podría ser: “Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores”. Seamos sinceros: ¿Cuántas iglesias de Estados Unidos han escuchado sermones predicados desde cualquiera de estos textos de Jesús en los años desde que el país fue atacado brutalmente en esa mañana de septiembre que cambió el mundo? ¿No deberíamos al menos tener un debate acerca de lo que significan las palabras de Jesús en el nuevo mundo de amenazas terroristas y guerras preventivas?


Jesús es ajeno a las fronteras nacionales o las preferencias nacionales. El cuerpo de Cristo es internacional, y la lealtad de los cristianos a la iglesia siempre debe estar por encima de sus identidades nacionales. Las palabras de Jesús funcionan como una valla virtual a la pretensión de cualquier nación de racionalizar y santificar la preferencia por la guerra. La instrucción de Jesús de ser pacificadores lleva a alternativas no violentas a la guerra o, al menos, a una aplicación rigurosa de los principios de la iglesia sobre la guerra justa.


Cristo nos ordena no sólo ver la astilla en el ojo de nuestro adversario sino también las vigas en nuestros propios ojos, que a menudo obstruyen nuestra propia visión. Nombrar el rostro del mal en la brutalidad de los ataques terroristas es buena teología, pero decir que ellos son malos y nosotros somos buenos es mala teología que puede conducir a una política exterior peligrosa. La autorreflexión no debería brindar ninguna excusa para la violencia terrorista, pero es crucial para derrotar el programa de los terroristas. Cristo nos instruye que amemos a nuestros enemigos, lo cual no significa someternos a sus programas hostiles o permitir su dominación, pero sí significa tratarlos como seres humanos creados también a la imagen de Dios y respetar sus derechos humanos como adversarios y aun como prisioneros. Y Cristo nos llama a la confesión y a la humildad, que no nos permiten decir que si hay personas y naciones que no apoyan todas nuestras políticas deben estar del lado de los practicantes del mal.


O las palabras de Cristo tienen autoridad para los cristianos, o no la tienen. Y no quedan a un costado por las amenazas muy reales del terrorismo. No se prestan fácilmente a las misiones de los estados-naciones que quieren usurpar las prerrogativas de Dios. La amenaza del terrorismo no trastoca la ética cristiana.


Además, está en discusión aquí la política del temor. Jesús dijo: “No teman”, una actitud que podría minar toda la base de nuestra política exterior actual. Las campañas de temor eficaces cooptan a las personas ansiosas, creyentes y no creyentes por igual, y podrían llevar a nuestra nación y a nuestro mundo a décadas de guerras preventivas, unilaterales y virtualmente interminables, a pesar de las claras advertencias de las propias palabras de Jesús.


El tema aquí no es la política partidaria, y no hay ninguna solución política fácil. El partido gobernante ha imprimido cada vez más un tono religioso a una política exterior agresiva que parece mucho más nacionalista que cristiana, mientras que el partido de la oposición ha ofrecido más confusión que claridad. En cualquier elección escogemos entre opciones muy imperfectas. Sin embargo, siempre es importante examinar lo que está en juego, teológicamente y en oración.


Este análisis entre evangélicos quedó claro en 2004 Evangelical Call to Civic Responsibility (Llamado a la responsabilidad cívica evangélica 2004), un llamado a la acción social sin precedentes de la Asociación Nacional de Evangélicos. En contraste con la era de Jerry Falwell y Pat Robertson, los evangélicos están mostrando ahora un liderazgo moral en la lucha contra la pobreza global, el VIH/ SIDA, el comercio de humanos y la sostenibilidad de la tierra de Dios.


Estos cambios representan tanto una reacción contra el partidismo abierto como un deseo de aplicar la ética cristiana a un conjunto más amplio de temas. Muchas personas de fe se han cansado de los intentos de la Derecha religiosa de reducir la prueba moral determinante al aborto y el matrimonio de homosexuales. Por ejemplo, cuando se les preguntó a votantes potenciales en una encuesta de 2004 si preferían escuchar la posición de un candidato sobre la pobreza o el matrimonio de homosexuales, el 75 por ciento escogió la pobreza. Sólo el 17 por ciento escogió el matrimonio de homosexuales. Toda lectura seria de la Biblia apunta a la pobreza como un tema religioso, y los votantes cristianos siempre deberían preguntar a los candidatos cómo tratarán a “el más pequeño de mis hermanos”. La mayordomía de la tierra de Dios es claramente una cuestión de ética cristiana. Decir la verdad es también un tema religioso que debería ser aplicado a la fundamentación de un candidato para la guerra, los recortes impositivos o cualquier otra política, al igual que la humildad para evitar la terminología de “imperio justo”, que confunde demasiado fácilmente los papeles de Dios, la iglesia y la nación.


La guerra, por supuesto, es también un tema profundamente teológico. La opinión casi unánime de los líderes religiosos en todo el mundo de que la guerra de Irak no cumplía con los criterios de “guerra justa” es un problema para muchos cristianos, especialmente teniendo en cuenta que las advertencias de los líderes religiosos han demostrado ser profética y trágicamente correctas. Las “plagas de la guerra”, como el Papa ha llamado los continuos problemas en Irak, son en parte consecuencia de que un “presidente cristiano” simplemente no escuchara el consejo de líderes religiosos que intentaron hablar a la Casa Blanca. ¿Qué ha ocurrido con la “ética de vida consistente” sugerida por la enseñanza social católica, que habla contra el aborto, la pena capital, la pobreza, la guerra y una amplia gama de abusos de derechos humanos que son respetados demasiado a menudo en forma selectiva por los defensores pro-vida?


La dominación de la Derecha religiosa en los debates públicos acerca de valores ha sido impulsada en parte por los medios que siguen dando tiempo de aire a las voces religiosas más estridentes, en vez de las más representativas, dejando a millones de cristianos y otras personas de fe sin una opinión en el debate sobre los valores. Pero esto está empezando a cambiar en la medida que voces de fe progresistas y proféticas están hablando con una confianza y una urgencia moral no vistas durante veinte años. Movilizados por el sufrimiento humano en muchos lugares, grupos motivados por la conciencias social moral (incluyendo a muchos evangélicos no representados por la Derecha religiosa) han encontrado una nueva capacidad en sus esfuerzos por combatir la pobreza, las guerras destructivas, las violaciones de derechos humanos, pandemias como el VIH/SIDA y el genocidio en lugares como Sudán.


En política se tienen en cuenta los mejores intereses del país cuando se escucha la voz profética de la religión, desafiando tanto a la Derecha como a la Izquierda desde un terreno moral coherente. Los cristianos evangélicos del siglo XIX combinaron el avivamentismo con la reforma social, y ayudaron a liderar movimientos por la abolición de la esclavitud y a favor del sufragio femenino, sin mencionar el movimiento basado en la fe que precedió directamente el surgimiento de la Derecha religiosa: el movimiento de derechos civiles estadounidense liderado por las iglesias negras.


Lo cierto es que los movimientos más importantes a favor del cambio social en Estados Unidos han sido alimentados por la religión, la religión progresista. Los severos desafíos morales de nuestro tiempo han comenzado a despertar nuevamente esta tradición profética. A medida que la Derecha religiosa pierde influencia, nada podría ser mejor para la salud de la iglesia y de la sociedad que una vuelta al centro moral que ancla a nuestra nación en una humanidad común. Si presta atención, podrá escuchar cómo surgen estas voces nuevamente.


De God’s Politics (La política de Dios), por Jim Wallis. HarperCollins Publishers. Usado con permiso.

Traducción: Alejandro Field

Artículo original: http://www.sojo.net/special/items/050210_GPch1.pdf

13/1/07

C. S. Lewis

Tanto el bien como el mal aumentan con un interés compuesto. Por eso las pequeñas decisiones que usted y yo tomamos día a día son de una importancia tan infinita.

Cita bíblica

Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece.

Dichosos los que lloran, porque serán consolados.

Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Dichosos los compasivos, porque serán tratados con compasión.

Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece.

Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias.


Mateo 5:3-11

Los cristianos y la política

-1º. La fe cristiana extiende su influencia a todas las áreas de la vida, también a las actividades políticas. Éstas, en la medida en que son acciones humanas, tienen que estar reguladas y justificadas por unos criterios morales. Cuanto se pueda hacer en política, tiene una dimensión moral, arraigada en la naturaleza misma de las cosas y regida por la ley suprema del respeto a la dignidad y a los derechos de las personas. La vida política de un país no puede fundarse únicamente en el consenso de los diferentes grupos, sin ninguna referencia moral superior y objetiva. Un pueblo sin convicciones morales absolutas es un barco a la deriva.

-2º. Cualquier actividad política, concebida desde una visión cristiana de la vida, ha de entenderse y realizarse como un servicio efectivo a la comunidad, con el fin de proteger y favorecer el bien común de todos los ciudadanos. La búsqueda sincera del bien común es la indispensable justificación de cualquier institución o iniciativa política. Este bien común consiste en la promoción y garantía de las condiciones necesarias para que los ciudadanos puedan desarrollar su vida y disfrutar de los bienes comunes en las mejores condiciones posibles. En cualquier situación, las instituciones políticas deben garantizar a todos los ciudadanos el derecho a la vida y a la educación, a la sanidad, al trabajo y a la vivienda; la libertad de expresión, la capacidad de iniciativa y responsabilidad en el proyecto y realización de su propia vida.

-3º. La fidelidad a las exigencias de la moral social cristiana suscita unas características y obligaciones comunes en la acción política de los católicos, independientemente de las preferencias políticas que tengan o de los partidos en que militen. En el momento presente, las principales exigencias éticas para el voto y la actividad política de los católicos son: la defensa de la vida humana desde el momento de su concepción hasta la muerte natural; la defensa y protección de la familia en todas sus implicaciones económicas, sociales, culturales y morales, sin equipararla a otras formas de vida posibles; la defensa de los menores y de los más débiles o necesitados, como pueden ser los inmigrantes, los sin trabajo, las mujeres amenazadas, los enfermos crónicos y terminales; la defensa de la libertad, de la convivencia y de la paz contra todas las agresiones, discriminaciones y amenazas; la protección de la libertad religiosa; la promoción de la justicia y la solidaridad entre los pueblos, las religiones y las diferentes culturas; el respeto y la defensa de las enseñanzas morales de la ley natural y de la fe cristiana en la inspiración de las relaciones y actividades sociales en los diferentes órdenes de la vida. Los católicos tenemos derecho a promover una política que esté de acuerdo con nuestras convicciones antropológicas, sociales y morales, siempre por métodos democráticos y de acuerdo con las exigencias del bien común y de las libertades civiles. Negarnos este derecho sería tanto como querer instaurar una política restrictiva y discriminatoria. Los políticos católicos tienen obligación de favorecer sincera y eficazmente estos objetivos. Dejar de hacerlo voluntariamente sería una grave omisión. Criticarlos por hacerlo sería intolerancia y discriminación.

-4º. A partir de unas convicciones morales comunes, los católicos tienen verdadera libertad para actuar en política según su mejor saber y entender y bajo su estricta responsabilidad personal. En estos asuntos, aun respetando las mismas normas morales, hay situaciones diversas y no pocos elementos opinables que dan lugar a opiniones distintas y a proyectos diferentes, todos legítimos, aunque no todos tengan el mismo valor. No conviene confundir la libertad y diferencia de opiniones y proyectos con el relativismo o indiferentismo moral. En el orden moral, como en el técnico y profesional, no todo es igual. Hay unas referencias objetivas y comunes, y las diversas iniciativas valen más o menos según respondan mejor o peor a los valores morales comúnmente reconocidos como garantía del bien personal y social. La idea de que la democracia necesita desarrollarse en un clima laicista y moralmente relativista no tiene un fundamento intelectualmente serio y esconde graves peligros prácticos. La política y los políticos tienen que sentirse guiados y regidos por unas referencias morales objetivas, superiores a ellos y respetadas por todos. Lo contrario abre el camino a la arbitrariedad y al autoritarismo civil, cultural y moral.

-5º. Estos criterios no valen sólo para los dirigentes políticos, sino que iluminan también la intervención de los ciudadanos en la vida política y en la gestión de los asuntos comunes mediante el ejercicio del voto y su intervención en la opinión pública. Los votantes tienen que apoyar con su voto a quienes mejor garanticen los diferentes elementos del bien común, en sus dimensiones materiales, culturales, morales y religiosas, según su propia importancia y las urgencias de cada lugar y de cada momento. Al votar, cada uno podemos defender nuestros derechos y buscar nuestros legítimos intereses, pero teniendo también en cuenta el bien de los demás y de todo el conjunto de la sociedad. El respeto a la verdad, la voluntad sincera de favorecer el bien general, la defensa decidida de la libertad, la justicia y la convivencia, en el marco del Estado de derecho, valen más que las agrias polémicas. Cuando la política se enreda en discusiones partidistas, dejando en segundo lugar las verdaderas necesidades de los ciudadanos, entramos en un proceso de deterioro que desprestigia las instituciones políticas y empobrece la vida de la comunidad social.

-6º. La Iglesia tiene la obligación y el derecho de instruir y animar a los cristianos para que ejerzan sus derechos y actúen en los diferentes momentos y niveles de la vida política en conformidad con las exigencias sociales y morales de la fe cristiana, sin perjuicio de la libertad y del legítimo pluralismo de los cristianos en materia política, en colaboración con los demás ciudadanos y sin instrumentar en ningún momento las instituciones o realidades eclesiales y cristianas a favor de sus ideas o intereses políticos. A la vista de estas consideraciones, cada uno tiene que ver qué ideas, qué líderes y qué instituciones políticas se acercan más y atienden mejor al bien común de todos los ciudadanos según la moral social de la Iglesia católica. Hay valores de orden moral que afectan al bien de las personas, de las familias y de los diferentes sectores de la vida social, cultural y económica, en donde los católicos tenemos que hacernos escuchar sin miedos ni titubeos, como puede hacer cualquier otro grupo. Y todo ello, no para provecho propio sino para el bien integral de nuestra sociedad. Estos mismos valores tienen que aparecer en la gestión de todos los políticos cristianos. En definitiva, la fe y la moral cristianas tienen que ser operantes en todas las esferas de la vida, también en las opiniones y actuaciones políticas.

Mons. Fernando Sebastián - CARTAS DESDE LA FE Diario de Navarra 3.06.03

Resumen de Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano

(ver artículo completo en Documentos relacionados)

12/1/07

Carrió: "El PJ es una 'mafia' que hace clientelismo"

La diputada de ARI y candida a presidente criticó el sistema de punteros y exigió una más justa redistribución de la riqueza. Añadió que hoy, el peronismo es una "corporación política" muy distinta a la que pensó Evita.

Cada vez más cerca de las elecciones presidenciales de octubre, la apuesta no baja. La diputada nacional de ARI y candidata a presidente, Elisa Carrió volvió a apuntar, como lo hiciera la semana pasada, contra el Gobierno. Esta vez denunció que los planes sociales se usan para hacer "clientelismo" y acusó al PJ de partido "mafioso".

Carrió afirmó, hoy desde Mar del Plata, que "lo estratégico de una Nación es que los chicos no pasen hambre" y agregó, en tono de denuncia, que "eso se puede lograr con el mismo dinero que hoy se asigna a los planes sociales para hacer clientelismo, por lo cual es imprescindible implementar ya el ingreso ciudadano para los niños y generar trabajo genuino para sus padres" .


Luego volvió con la idea de su ya publicitada plan universal. "Lo podemos hacer distribuyendo ingreso ciudadano a todos los pibes de la Argentina para que no haya un puntero político que decida a quién se le da y a quién no el plan, porque es un ingreso que recibirán todos, ricos y pobres, pero donde los padres que tienen más dinero pagarán mas impuestos", explicó y agregó que a este plan hay que dedicar "mucho dinero, porque prefiero que este puesto aquí y no en un gasoducto para beneficiar a De Vido".


Carrió atacó luego a las corporaciones políticas, más específicamente al PJ. "Nos dijeron en la provincia de Buenos Aires que sólo los mafiosos pueden controlar a las mafias y esto no se trata del peronismo, se trata de la corporación política PJ que es una cosa distinta. No se trata de Evita que amo a los pobres y jamás los usó", aseguró.

Publicado en Perfil, 12/1/07

http://www.perfil.com/contenidos/2007/01/12/noticia_0029.html

11/1/07

Cita bíblica

Así dice el Señor Todopoderoso: “Juzguen con verdadera justicia; muestren amor y compasión los unos por los otros. No opriman a las viudas ni a los huérfanos, ni a los extranjeros ni a los pobres”.


Zacarías 7:9, 10

Ronald Reagan

El aborto es propiciado exclusivamente por personas que han nacido ellas mismas.

Carrió: "Será un milagro ganar las elecciones pero voy a ganar"

MAR DEL PLATA, ene 9(DyN) - La candidata a presidente por el ARI, Elisa Carrió, aseguró hoy que "la mentira" del jefe de Estado, Néstor Kirchner, "se terminó", y pese a considerar que será algo "milagroso" obtener un triunfo en las próximas elecciones, vaticinó que va "a ganar".

Carrió criticó a Kirchner al decir que "siempre dije que era una gran mentira, que encandiló. En la primera etapa la mentira humilla, es un atentado a la inteligencia de la condición humana, la mentira grosera, así que creo que estamos en el tiempo de descuento de la mentira".


"Ante la mentira estoy segura que la sociedad va a reaccionar", sostuvo, y agregó que sucederá "ahora, en estos tres o cuatro meses".


En diálogo con la prensa en su campaña por localidades de la costa, señaló que "el problema de la Argentina es construir la paz para alejarse de la violencia y de la mentira".


"Un acto positivo sería que el pueblo votara una causa y no una persona, que sea un acto positivo de la sociedad en pelear por una causa y no por una persona", remarcó.


En ese sentido, la diputada explicó que "esa causa debe decir no se roba, no se usa, no se miente un contrato republicano de instituciones independientes donde se pueda saber que pasó, que puedas ir al Poder Judicial y te digan la verdad", indicó.


En otro orden, Carrió consideró que las elecciones que ganó el obispo Felipe Piña en Misiones fueron "como si Dios nos mostrara a través de los hombres, a través de los testimonios lo que es el milagro, un milagro muy difícil pero posible".


Consultada sobre si cree que será un milagro ganar las próximas elecciones, respondió simplemente: "Sí, y voy a ganar".


En cuanto a la candidatura del vicepresidente Daniel Scioli a gobernador bonaerense, la principal referente del ARI dijo que "a la provincia de Buenos Aires los políticos vienen a pedir sus votos para tener poder, sin que les interese la provincia", como "Graciela Fernández Meijide, Carlos Ruckauf", ejemplificó.


Asimismo, Carrió -quien inició su campaña por la costa Atlántica- volvió a referirse del conflicto por la instalación de una papelera en Fray Bentos.


En ese sentido, acusó a Kirchner de "encandilar en Gualeguaychú con el chavizmo, con la compra de dirigentes y a organizaciones de Derechos Humanos, pero esta etapa de encandilamiento me parece que se cerró en Misiones", con el rechazo a la elección indefinida que impulsaba el gobernador Carlos Rovira.

10/1/07

Edmund Burke

Para que la maldad prospere sólo se necesita que el hombre bueno no haga nada

Cita bíblica

Absolver al culpable y condenar al inocente son dos cosas que el Señor aborrece.

Proverbios 17:15

Una visión política cristiana estadounidense distinta: Jim Wallis

Un extracto de God's Politics

(La política de Dios)

Por Jim Wallis


Una opción mejor

¿Por qué no podemos hablar de religión y política? Estos son los dos temas que se supone que uno no debe tratar cuando está entre gente educada. ¡No vaya a arruinar una cena mencionando alguno de estos temas! Esa es la sabiduría convencional. ¿Por qué? Tal vez porque son cuestiones demasiado importantes y potencialmente demasiado divisivos, o porque plantean asuntos relacionados con valores fundamentales y preocupaciones últimas que nos incomodan.


Percibo en todo el país el hambre de una conversación más plena, profunda y rica acerca de la religión en la vida pública, acerca de la fe y la política. Es una discusión que no siempre escuchamos en Estados Unidos hoy. A veces las voces más estridentes y estrechas son las más fuertes, y la religión más progresiva, profética y sanadora suele quedar a un lado. Pero la buena noticia es que todo esto está cambiando.


Abraham Lincoln tenía razón. Nuestra tarea no debería ser invocar la religión y el nombre de Dios reclamando la bendición y el respaldo de Dios para todas nuestras políticas y prácticas nacionales, diciendo, en realidad, que Dios está de nuestro lado. Más bien, como lo expresó Lincoln, deberíamos preocuparnos celosamente por estar del lado de Dios.


Estas son las dos formas en que la religión ha sido incorporada a la vida pública en la historia estadounidense. La primera –Dios de nuestro lado– lleva inevitablemente al triunfalismo, a la arrogancia moral, a la mala teología y, a menudo, a una peligrosa política exterior. La segunda –preguntar si estamos del lado de Dios– lleva a cosas mucho más saludables, como la penitencia y aun el arrepentimiento, la humildad, la reflexión y la rendición de cuentas. Necesitamos mucho más de todas estas cosas, porque suelen ser los valores faltantes de la política.


Martin Luther King Jr. fue quien mejor lo hizo. Con su Biblia en una mano y la Constitución en la otra, King persuadió y no solo proclamó. Nos recordó a todos los propósitos de Dios de justicia, de paz y para la “amada comunidad” donde quienes han sido dejados afuera y dejados atrás obtienen un asiento en primera fila. Y trajo la religión a la vida pública de una forma que era siempre acogedora, inclusiva y atractiva para todos quienes estaban preocupados por valores morales, espirituales o religiosos. Nadie se sentía dejado fuera de la conversación.


Los valores de la política son mi principal preocupación. Por supuesto, Dios no es partidario. Dios no es republicano ni demócrata. Cuando cualquiera de los partidos trata de politizar a Dios o de cooptar a las comunidades religiosas para promover agendas políticas, comete un error tremendo. La mejor contribución de la religión es, precisamente, no ser ideológicamente predecible ni lealmente partidario. Ambos partidos y la nación deben dejar que se escuche la voz profética. La fe debe estar libre para desafiar tanto a la Derecha como a la Izquierda desde un terreno moral coherente.


La “política de Dios”, por lo tanto, nunca es partidaria ni ideológica. Pero la política de Dios cuestiona todo en nuestra política. La política de Dios nos trae a la mente las personas que nuestra política siempre pasa por alto: los pobres, los vulnerables, los dejados atrás. La política de Dios cuestiona el estrecho egoísmo nacional, étnico, económico o cultural, recordándonos un mundo mucho más amplio y la diversidad creativa humana de todos aquellos hechos a la imagen del creador. La política de Dios nos recuerda la creación misma, un rico medio ambiente en el cual debemos ser buenos mayordomos, y no meros usuarios, consumidores y explotadores. Y la política de Dios implora que resolvamos, tanto como sea posible, los conflictos inevitables entre nosotros sin la terrible destrucción de la guerra. La política de Dios nos recuerda siempre la antigua prescripción profética: “Elige, pues, la vida, para que vivas tú y tus descendientes”, y que desafiemos todas las moralidades selectivas que quieren elegir un conjunto de vidas y temas por sobre otros. Esto desafía tanto a la Derecha como a la Izquierda, ofreciendo una nueva visión para la fe y la política en Estados Unidos, y una nueva conversación entre la fe personal y la esperanza política.


Las personas preocupadas por el cambio social y hambrientos de valores espirituales pueden llegar a combinar ambas búsquedas. Demasiado frecuentemente, la política y la espiritualidad han sido separadas, polarizadas y aun puestas a competir entre sí. Hemos sido llevados de aquí para allá por espiritualidades privadas que no tienen ninguna relación con la vida pública y una política secular que muestra desprecio por la religión o aun las preocupaciones espirituales. Esto deja a la espiritualidad sin consecuencias sociales y a la política sin alma. El discurso político que está desconectado de valores morales degenera rápidamente. ¿Cómo podremos cambiar nuestra vida pública con aquellos valores que son los más caros para muchos de nosotros? ¿Cómo podemos conectar una espiritualidad auténticamente “profética” con la urgente necesidad de justicia social? Esta es la conexión que está esperando el mundo.


La profecía no es predecir el futuro, sino articular verdad moral. Los profetas diagnostican el presente y señalan el camino hacia una solución justa. La “tradición profética”, en todas las grandes religiones del mundo, es justo lo que necesitamos para desarrollar nuestras opciones políticas contemporáneas que, a decir verdad, están fracasando estrepitosamente en la resolución de nuestros problemas sociales más acuciantes. Las opciones ideológicas competidoras, entre las cuales nos vemos forzados a escoger, están probablemente en su nivel más bajo en lo que se refiere a impulsar la participación de ciudadanos comunes en la vida pública. No se trata sólo de que las personas no estén interesadas, sino que se sienten subrepresentadas e incapaces de votar por algo que exprese sus mejores valores. Esta es una seria crisis política, y necesitamos mejores opciones.


¿Qué significaría evaluar las principales opciones políticas actuales según los valores de los profetas? Más importante, ¿qué ocurriría si afirmáramos que los valores son el tema más importante para el futuro de la política? ¿Y si propusiéramos una “política profética”?


Luego de las elecciones de mitad de período de 2002, asistí a una cena privada para egresados de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachussets. Nuestro orador era un estratega político republicano que acababa de ganar todas las principales campañas electorales gubernamentales y senatoriales en las que había participado. Huelga decir que estaba rebosando de su éxito y ansioso por contarnos al respecto. Este muy astuto operador político dijo que los republicanos ganaron a personas de la clase media y aun de la clase obrera en los temas “sociales”, aquellos temas morales y culturales que los demócratas no parecen entender o apreciar. Hasta sugirió que la pasión en los temas sociales puede hacer que las personas voten contra su propio interés económico. Dado que los ricos ya están con nosotros, dijo, ganamos elecciones.


Alcé mi mano y le hice la siguiente pregunta: “¿Qué harían ustedes si enfrentaran a un candidato que asumiera una postura moral tradicional en los temas sociales y culturales? No sería de espíritu mezquino y, por ejemplo, no culparía a los homosexuales por la descomposición de la familia, no criminalizaría las opciones de mujeres desesperadas que se han visto arrinconadas hacia lugares difíciles y peligrosos. Pero el candidato sería decididamente profamilia, provida (en el sentido que realmente quiere reducir la tasa de abortos), sólido en la responsabilidad personal y los valores morales, y hablaría abiertamente contra la contaminación moral en toda la cultura popular que hace que criar niños en Estados Unidos sea una actividad contracultural. ¿Y si ese candidato fuera también un populista económico, propobres en políticas sociales, duro contra la corrupción y el poder corporativos, claro en su apoyo de la clase media y las familias obreras en el cuidado de la salud y la educación, un ambientalista, y comprometido con una política exterior que enfatizara la ley internacional y la cooperación multilateral por sobre la guerra preventiva y unilateral? ¿Qué harían?”, pregunté. El estratega republicano hizo una larga pausa y luego dijo: “¡Entraríamos en pánico!”.


Prácticamente cada vez que hablo de “política profética” durante cualquier período electoral, alguien hace la pregunta: “¿Cómo puedo votar por lo que acabo de escuchar?”. Hay encuestas muy interesantes en los últimos años que muestran cómo ha crecido la importancia para los votantes de los “valores” en su comportamiento electoral. Y la mayoría de los votantes sienten que no pueden votar realmente por sus valores. En la encuesta, la cuestión de los valores ahora va más allá de las cuestiones tradicionales de familia y sexo para incluir temas como “cuidar de los pobres”. El problema es que la política sigue siendo regida por polaridades ideológicas que dejan a muchos con la sensación de que los han dejado afuera.


Existen ahora tres opciones políticas principales en nuestra vida pública. La primera opción política en Estados Unidos hoy es conservadora en todo, desde las preocupaciones culturales, morales y familiares a los temas económicos, ambientales y de política exterior Hay diferencias entre nacionalistas agresivos y aislacionistas cautelosos, entre apologistas corporativos y conservadores fiscales probos, pero ésta es la opción política que está claramente en ascenso en Estados Unidos, donde la mayoría de las ideas dominantes en la arena pública provienen de la Derecha política.


La segunda opción política en los Estados Unidos contemporáneos es liberal en todo, tanto en cuestiones familiares/sexuales/culturales como en asuntos ambientales y de política exterior. Ciertamente hay diferencias entre los liberales (desde centristas pragmáticos a izquierdistas verdes), pero las raíces intelectuales e ideológicas vienen del lado Izquierdo del espectro cultural y político, y hoy la mayoría de los liberales/izquierdistas se encuentran a la defensiva.


La tercera opción en la política estadounidense es libertaria, que significa liberal en temas culturales/morales y conservador en lo fiscal/económico y en política exterior. La opción “sólo déjame en paz y no gastes mi dinero” está creciendo rápidamente en la vida nacional.


Yo creo que hay una “cuarta opción” para la política estadounidense, que viene de la tradición religiosa profética que hemos descrito. Es “tradicional” o “conservadora” en cuestiones de valores familiares, integridad sexual y responsabilidad personal, mientras que es “progresiva”, “populista” o aun “radical” en temas como la pobreza y la justicia racial. Afirma la buena mayordomía de la tierra y sus recursos, apoya la igualdad de género y tiene una mentalidad más internacional que nacionalista, considerando primero la pacificación y la resolución de conflictos cuando se trata de cuestiones de política exterior. Las personas a las que apela (muchas religiosas, pero otras no) tienen posiciones muy fuertes en temas como el matrimonio, la crianza de los hijos y la ética individual, pero sin ser “de derecha”, reaccionarios, de espíritu mezquino o que usen a cualquier grupo de personas como chivos expiatorios, incluyendo a los homosexuales. Pueden ser provida, profamilia y profeministas simultáneamente. Piensan que los temas de “carácter moral” son muy importantes, tanto en la vida personal de un político como en sus opciones políticas. Pero son decididamente propobres, pro reconciliación racial, críticas de soluciones puramente militares y defensoras del medio ambiente.


En el corazón de la cuarta opción hay un vínculo integral entre la ética personal y la justicia social. Y apela a personas que se rehúsan a hacer una falsa opción entre ambas.


¿Quiénes son estas personas? Muchas son religiosas: católicos, negros y cristianos latinos, evangélicos que no se identifican con la Derecha Religiosa, y miembros de todas nuestras iglesias denominacionales que quieren poner en práctica su fe. Son judíos y musulmanes guiados por una fe activa y no sólo por un trasfondo personal. Son personas que no se consideran “religiosas” sino más bien “espirituales”, y quieren ser atraídas a una cuarta opción en la política. Y son personas –religiosas, espirituales o no– que se consideran moldeadas por un fuerte sentido de valores morales y anhelan un compromiso político que refleje esos valores.


Cuando recorro el país encuentro muchas personas que comparten esta perspectiva. Pero aún no es una opción política viable. Debería serlo. Como una persona que ha exigido una nueva “política moral” que trascienda las viejas categorías tanto de la Izquierda secular como de la Derecha religiosa, creo que es hora de afirmar una clara “cuarta” opción política. En una reciente conversación, el columnista E. J. Dionne, de The Washington Post, dijo que había un enorme electorado de “cristianos no de derecha” y otras personas con preocupaciones morales en el país que necesita organizarse. Como Dionne, son entre moderados y conservadores en cuestiones morales personales, a la vez que muy progresistas en la justicia social.


Encuestas recientes demuestran que, cuanto más religiosos son los votantes, más probabilidad tienen de votar por conservadores. Considerando cuán negativamente gran parte de la Izquierda política parece considerar la religión y la espiritualidad, esto no es sorprendente. Pero, ¿qué pasaría si una nueva opción política considerara la ética personal como algo tan importante como la justicia social y viera la fe como una fuerza positiva en la sociedad para el cambio social progresista? Creo que la cuarta opción podría ser una verdadera visión ganadora y creo que hay muchos que están realmente hambrientos por esta opción. Mientras las elites políticas y muchos grupos de interés especial se resisten a la combinación “ética personal/justicia social” (tal vez porque amenaza muchos intereses especiales), muchísimas personas comunes la acogerían de buen grado.


Lo que necesitamos es nada menos que una “política profética”. Debemos encontrar un nuevo lenguaje moral y político que trascienda las viejas divisiones y busque el bien común. La política profética encuentra su centro en “temas morales” fundamentales como los niños, la diversidad, la familia, la comunidad, la ciudadanía y la ética (se podría agregar otros como la no violencia, la tolerancia, la equidad, etc.), e intenta construir direcciones nacionales con las cuales muchas personas de todo el espectro político podrían concordar. Estaría relacionado directamente con el proverbio “Donde no hay visión, el pueblo se extravía”, y ofrecería una auténtica visión política que surge de pasajes bíblicos tomados de textos proféticos. Nuestras propias antiguas tradiciones religiosas proféticas podrían ofrecer una forma de avanzar más allá de nuestra política nacional polarizada y paralizada, y podrían ser el fundamento para una cuarta opción que brinde las nuevas ideas que la política siempre necesita.


En palabras sencillas, las dos opciones tradicionales de Estados Unidos (demócrata y republicano, liberal y conservador) no han logrado capturar la imaginación, el compromiso y la confianza de la mayoría de las personas de este país. Ninguna ha encontrado formas de resolver nuestros problemas sociales más profundos y arraigados. Una prosperidad récord no ha curado la pobreza infantil. La descomposición de la familia está ocurriendo sin diferencias de clase y de raza. La educación pública sigue siendo desastrosa para millones de familias. Millones más aún no tienen un seguro de salud, o no pueden encontrar una vivienda accesible. El medio ambiente sufre por debates no resueltos mientras nuestra cultura popular se vuelve cada vez más contaminada por un “entretenimiento” degradado y violento. En las comunidades locales, la gente está cada vez más aislada, ocupada y desconectada. Nuestra política extranjera se ha vuelto una afirmación agresiva de superioridad militar de forma defensiva y reactiva, buscando protegernos contra amenazas crecientes e invisibles, en vez de tratar con las causas de raíz de esas amenazas. La Derecha e Izquierda políticas siguen luchando entre sí, pero lo cierto es que estas falsas opciones ideológicas han cumplido su ciclo y se han vuelto disfuncionales.


La política profética no sería una discusión interminable entre la responsabilidad personal y la responsabilidad social, sino un entretejido de ambos en busca del bien común. Las opciones actuales están empantanadas. La política profética no asignaría todas las respuestas al gobierno, al mercado, o a las iglesias y entidades de beneficencia, sino más bien forjaría pacientemente y creativamente nuevas asociaciones cívicas donde todos hagan su parte y cada uno haga lo que mejor sabe hacer. La política profética no debatiría si nuestras estrategias deben ser culturales, políticas o económicas, sino mostraría cómo deben ser las tres cosas simultáneamente, guiadas por una brújula moral.


Tal vez lo más importante sea que la política profética no sería guiada sólo por funcionarios electos, abogados y sus patrocinadores financieros. Busque organizadores comunitarios, empresarios sociales, organizaciones sin fines de lucro, comunidades basadas en la fe y padres para ayudar a mostrar el camino a seguir. Preste atención especial a toda una generación de jóvenes forjados en el servicio comunitario. Tal vez sean cínicos acerca de la política, pero están preocupados vitalmente por la vida pública. La política que necesitamos ahora surgirá más de la construcción de movimientos sociales y espirituales que de meramente cabildear en convenciones partidarias. Y terminará por influir en las convenciones partidarias, como siempre ocurre con los movimientos exitosos.


El papel profético que las iglesias están asumiendo es ilustrativo de la vocación pública mayor que podría ser necesaria ahora. Ese papel podrá volverse más claro luego de la elección. Sin una visión, los demócratas no tenían nada que ofrecer al pueblo estadounidense como alternativa a la visión de la administración Bush.


Con los republicanos ofreciendo guerra en el exterior y dominación corporativa en casa, y los demócratas sin ofrecer ninguna alternativa real, ¿quién alzará una voz profética a favor de la justicia social y económica, y por la paz? Nunca ha habido un papel más claro para las iglesias y la comunidad religiosa. Podemos impulsar a ambos partidos hacia la consistencia moral y los mejores valores que han afirmado por sobre el pragmatismo sin principios y las campañas negativas en los que ambos lados participaron demasiado frecuentemente en las últimas elecciones.


La valentía que demostraron muchos líderes de iglesia en oponerse a la guerra de Irak es una señal precoz de ese papel profético, al igual que la creciente unidad en todo el espectro eclesiástico sobre el tema de la pobreza. Lo cierto es que hay más iglesias comprometidas con la justicia y la paz que las que pertenecen a la Derecha Religiosa. Es hora de que la voz de esas congregaciones sea oída y su activismo sea movilizado para convertirse en la conciencia de la política estadounidense en un tiempo de crisis.


Hemos visto otros momentos de la historia reciente en que las iglesias surgieron como la voz rectora de la conciencia política y la oposición. Ciertamente hubo momentos clave en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, en El Salvador durante la década de 1980, en la revolución de poder popular que expulsó al dictador Ferdinando Marcos en Filipinas, y en la oposición al gobierno comunista en Polonia, cuando las iglesias se convirtieron en la voz pública crítica, tanto para el cuestionamiento político como para el cambio.


Aun en las democracias, las iglesias han respondido a esa misma vocación profética. En Nueva Zelanda, durante la década de 1990, cuando fuerzas conservadoras desmantelaron la largamente establecida red de seguridad social de esa sociedad, fueron las iglesias –asociadas con el pueblo indígena maorí– que lideraron las marchas, encendieron la protesta pública y ayudaron a restaurar programas clave en el cuidado de la salud, la vivienda y los servicios sociales. Durante los años de Margaret Thatcher en Gran Bretaña, fueron nuevamente los líderes de las iglesias que recordaron a la nación sus responsabilidades hacia las comunidades urbanas empobrecidas, la ética del bien común por sobre el lucro privado, la justicia social y la paz. Y, por supuesto, en Estados Unidos, las iglesias negras brindaron el fundamento moral y la infraestructura social para el poderoso movimiento de derechos civiles que cambió nuestra sociedad.


En una nación severamente dividida, enfrentamos desafíos históricos. Pero el “empate” político en que se encuentra la nación podría ser un momento de oportunidad. Muestra que las viejas opciones y debates han creado una situación estancada. Esta misma crisis podría abrir el camino para formas de pensar y de organización nuevas y creativas. Y esto podría ser, ciertamente, una muy buena noticia. Nuestros líderes políticos deben incorporar la sabiduría de que la forma de alcanzar terreno común es yendo hacia un terreno más alto. Y nosotros los ciudadanos deberíamos comenzar por mostrar el camino.


Tal vez la percepción más errónea de los medios de comunicación de nuestro tiempo es que la influencia religiosa en la vida política sólo equivale a la política de la Derecha Religiosa. La mayor historia que los medios de comunicación principales deben descubrir aún es cuánto de esa realidad está cambiando. Mi predicción es que las voces religiosas moderadas y progresistas moldearán la política en las próximas décadas mucho más significativamente que la Derecha Religiosa.


La historia nos enseña que los movimientos sociales más eficaces son también movimientos espirituales, movimientos que cambian el pensamiento y las actitudes de las personas apelando a valores morales y religiosos. Esos movimientos cambian el clima cultural y político, lo que a su vez hace que los cambios de política sean posibles, aceptables y, sí, democráticos. Tal vez el mejor ejemplo de algo bien hecho, como hemos dicho, es el movimiento de derechos civiles estadounidense, que fue liderado por ministros religiosos que apelaban directamente a la fe bíblica. Creo que ese será el patrón más probable para movimientos futuros que combinan la fe y la política, reemplazando el modelo más políticamente conformista de la Derecha Religiosa.


Alejarse de la política divergente de liberales y conservadores, Izquierda y Derecha, sería un cambio enormemente positivo y abriría el camino a una nueva “política de soluciones”. Ahora mismo, Washington responde a un problema o crisis de dos formas. Primero, los políticos intentan hacer que tengamos miedo del problema y, segundo, buscan a alguien para culpar. Luego observan para ver cuál giro político tuvo éxito, sea en la próxima encuesta o la próxima elección. Pero rara vez se dedican a resolver el problema. Los medios empeoran todo al suponer que cada tema político tiene sólo dos lados, en vez de múltiples ángulos para observar y solucionar el problema. Adictos al conflicto en su metodología, los medios siempre quieren organizar una pelea entre puntos de vista polarizados en vez de convocar a una discusión pública para encontrar respuestas serias.


La respuesta está en poner los valores en el centro del discurso político y, en cada debate público, preguntar qué clase de país y personas queremos ser realmente. Encontraríamos nuevos acuerdos atravesando viejas fronteras partidarias y un nuevo terreno común entre personas que están de acuerdo en los valores y están dispuestas a desafiar los intereses especiales de todas partes que están obstruyendo las soluciones que apoyarían la mayoría de los estadounidenses. Las ideologías no nos han servido; los valores nos pueden unir, especialmente alrededor de nuestras visiones democráticas más comunes.


Jim Wallis es editor en jefe de la revista Sojourners. Este artículo es un extracto de God's Politics: Why the Right Gets It Wrong and the Left Doesn't Get It: A New Vision for Faith and Politics in America (La política de Dios: Por qué la Derecha está equivocada y la Izquierda no lo entiende: Una nueva visión para la fe y la política en Estados Unidos) (Harper SanFrancisco)

Traducción: Alejandro Field

Artículo original: An Excerpt from God’s Politics

(http://www.sojo.net/index.cfm?action=special.display&item=050111_godspolitics#excerpt)