16/8/07

"Código abierto" en política

“Internet es la combinación de cuatro culturas que se apoyan mutuamente: la cultura de la investigación, la cultura de la pasión por crear, la cultura de inventar nuevas formas sociales y la cultura de hacer dinero a través de la innovación. Todas ellas, con un común denominador: la cultura de la libertad” - Manuel Castells

Hace 30 años, cuando las computadoras no se usaban masivamente, las personas que las utilizaban creaban y compartían el software sin ningún tipo de restricciones.

En los años 80 la situación empezó a cambiar. Las computadoras más modernas empezaron a utilizar sistemas operativos privativos, como Windows, forzando a los usuarios a aceptar condiciones restrictivas que impedían realizar modificaciones a dicho software. En caso de que algún usuario o programador encontrase algún error en la aplicación, lo único que podía hacer era darlo a conocer a la empresa desarrolladora para que ésta lo solucionara, aunque él tuviera los conocimientos necesarios para hacerlo.

Algo así le sucedió una vez a un tal Richard Stallman. En el laboratorio donde trabajaba tenían una impresora que era utilizada en red por todos los empleados. En ocasiones la impresora se atascaba, y cuando iban a buscar la impresión se encontraban con una cola enorme de trabajos pendientes, porque el sistema no les avisaba lo que había sucedido. Richard Stallman decidió arreglar el problema, implementando el envío de un aviso por red cuando la impresora se bloqueara. Para ello necesitaba tener acceso al código fuente de los controladores de la impresora. Se lo pidió al fabricante, comentando lo que quería hacer, pero la empresa se negó a entregárselo.

Con este antecedente, en 1984 Richard Stallman fundó la Free Software Foundation (FSF). El término “free” significa tanto libre como gratis, por eso en 1998 algunos usuarios de la comunidad del software libre comenzaron a utilizar el término “open source” (código abierto). La idea era muy sencilla: cuando los programadores en Internet pueden leer, modificar y redistribuir el código fuente de un programa, éste evoluciona, se desarrolla y mejora. Los usuarios lo adaptan a sus necesidades, corrigen sus errores a una velocidad impresionante, mayor a la aplicada en el desarrollo de software convencional o cerrado, dando como resultado la producción de un software de una calidad superior.

Cuando comencé a participar en las comunidades de código abierto, lo hice con la intención de desarrollar nuevas herramientas de comunicación, a la vez que podía explorar un modelo de negocio diferente. Desde entonces vengo trabajando en la implementación de diferentes proyectos. En todos los casos, lo más complicado siempre estuvo relacionado más con aspectos culturales que con cuestiones específicamente técnicas. Aún así, poco a poco fui descubriendo que el germen de la idea “open source” estaba presente en otras áreas.

El concepto “open source” tiene el potencial de moverse más allá del mundo del software, afectando también a la cultura social. El potencial es cambiar la manera en que nos organizamos, la manera en que aprendemos, y la manera de relacionarnos.

Las herramientas que creamos son extensiones de nuestra voluntad, y siempre se corre el riesgo de que la misma se limite al uso de tal o cual herramienta. Las ideas y la creatividad fluyen libremente desde nuestro espíritu, y muchas veces para poder expresarlas hay que poder adaptar y mejorar las herramientas que utilizamos. Mi software de animación preferido fue creado por un animador que se sentía limitado por el software que utilizaba. Con buenos conocimientos de programación, Ton Roosendaal creó Blender 3D y lo puso a disposición de la comunidad “open source” para que pueda utilizarlo, modificarlo y mejorarlo. Este software ya se utiliza ampliamente en largometrajes, como en el caso de Spiderman.

Linus Torvalds creó Linux, el único sistema operativo capaz de disputarle liderazgo a Windows. En el libro “La catedral y el bazar” Eric Raymond describe el desarrollo de Linux como lo opuesto a la silenciosa y reverente construcción de una catedral. La comunidad Linux parece un gran bazar bullicioso con diferentes agendas y enfoques del cual solo parecía posible que emergiera un sistema coherente y estable mediante una sucesión de milagros. Pero Linux, no sólo no se desmoronó en medio de una colosal confusión, sino que va de logro en logro a una velocidad difícil de imaginar para los constructores de catedrales.

Otro ejemplo aún más cercano: una parte del sitio de la Coalición Cívica se realizó en base a un software llamado Joomla, un administrador de contenidos en código abierto creado en agosto de 2005 por usuarios de otro software. Su nombre es una pronunciación fonética de la palabra suajili “jumla” que significa "todos juntos". Se escogió como una reflexión del compromiso del grupo de desarrolladores y la comunidad del proyecto.

Estos ejemplos valen por el hecho de que para entender el concepto “open source” es muy importante experimentarlo. Por más serios que sean los análisis teóricos, entender este cambio de paradigma implica una apertura de pensamiento que se facilita con la experiencia.

La filosofía y la práctica del código abierto también es aplicable a la política y a la organización social. Las instituciones, los planes y los programas de gobierno siempre son suceptibles de mejoras. Un país cambia, el mundo cambia, y los planes con “marca registrada” está demostrado que no funcionan. O funcionan una vez, o durante un tiempo, pero eso no garantiza resultados perennes.

Desde este punto de vista también es fácil entender la metáfora de Elisa Carrió en referencia a la salida de Egipto. La Coalición Cívica puede parecer “un gran bazar bullicioso con diferentes agendas y enfoques”. Pero como en la comunidad Linux, la Coalición Cívica avanza “a una velocidad difícil de imaginar para los constructores de catedrales”.

José Luis Patiño
http://www.coalicioncivica.org.ar/codigo_abierto.php

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