29/5/08

Corrupción: mucho más que $$


El robo del dinero del pueblo

En general, cuando se habla de corrupción la primera imagen que viene a la mente es la de dinero que no llega en su totalidad al destino previsto o es usado para que otras personas modifiquen sus decisiones. En el primer caso, podría ser una partida presupuestaria asignada a refacciones en una escuela o un hospital que termina repartido entre la obra misma –muchas veces dejada incompleta o mal realizada– y personas de distintos niveles de decisión del sector. En el segundo, un funcionario o un empresario privado que reciben un sobre discreto para que digan o hagan algo distinto a lo que tendrían que decir o hacer. Es este aspecto de la corrupción lo que nos lleva a ocupar el puesto 105 en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparency International 2007, con un puntaje de 2,9 (10 = altamente transparente; 0 = altamente corrupto). (1)


Pero hay más, y en formas que son difícilmente cuantificables, aunque sospecho que tienen una influencia aún mayor que el dinero. Veamos algunas de estas formas.


El robo del tiempo y la energía de los funcionarios


Recordando los nombres tan sugestivos usados por el inolvidable Tato Bores, imaginemos cómo empieza su día José Cometa (o María Retorno, para evitar la acusación de discriminación de género). ¿Qué será lo primero que piensa al levantarse, y lo último al acostarse? ¿Los problemas de los ciudadanos que están sin agua o atención médica o cómo está el megaproyecto de la autopista para ir del aeropuerto a los distintos shoppings para no perder tiempo y viajar más seguro? ¿Cómo ordenará su tiempo cuando llega a su despacho, cuáles serán las primeras llamadas, las entrevistas prioritarias, las que le llevarán la mayor parte del tiempo? Si quiere una ayuda para ejercicio de la imaginación, trate de recorrer con su mente el típico día del funcionario que sospeche de corrupción (hay bastantes), ¡pero no se encariñe con el personaje!


El robo de la idoneidad de los funcionarios


Tal vez antes de pensar en los mejores recursos de los funcionarios sea necesario pensar en la designación misma de estos funcionarios. Es decir, ¿qué valores y antecedentes se privilegian a la hora de designar a una persona para un cargo? ¿Se busca adecuar las condiciones de los candidatos al puesto, como lo haría cualquier empresa privada que busca la mayor eficiencia, o se buscará llenar los miles de cargos públicos a nivel nacional, provincial y municipal con amigos, familiares y personas que aseguren que no se cortará la red de corrupción que va dejando sus cuotas proporcionales en la cadena jerárquica? Si buscamos la palabra “idóneo” en el diccionario nos devuelve la definición: “Adecuado y apropiado para algo”. ¿Qué es ese “algo” a la hora de la designación? ¿Poder servir al pueblo que los eligió de la mejor forma o servirse a sí mismos y a la maquinaria de retornos que los colocó en ese puesto?


El robo del los proyectos del pueblo


Sin cifras o estudios a la mano, se me ocurre intuitivamente que es aquí donde más pierde el pueblo con el cáncer de la corrupción. ¿Cuáles son los proyectos prioritarios que se manejarán en todos los niveles de la Argentina, desde el Presupuesto Nacional a la cooperadora de la escuela de nuestros hijos? ¿Qué ocupará el tiempo y la mente de los legisladores, los funcionarios, los periodistas y aún de los ciudadanos comunes? ¿Quién dirá que es más importante priorizar la alimentación, educación, salud, vivienda y dignidad humana de los más débiles a la acumulación de beneficios de quienes más tienen? En vez de planificar el país en términos del bien común, con planes a mediano y largo plazo, el sistema de corrupción obliga a actuar en función de sus propios intereses, con planes a corto plazo, que llegan hasta las próximas elecciones, buscando la reelección para seguir robando. En definitiva, ¿quién fija la agenda? ¡Qué responsabilidad tienen también los medios en informar al pueblo acerca de todo lo que está realmente pasando para poder controlar si se están fijando las prioridades correctamente!


El robo de los votos del pueblo


¿Dónde colocar este robo, que tiene que ver con la fuente misma del poder que otorga el sistema democrático? Cuando todo el mundo conoce los múltiples mecanismos fraudulentos que se implementan en cada una de las elecciones, especialmente en los distintos feudos manejados por los “aparatos” municipales en todo el país, ¿qué valor tiene decir que la presidenta ganó por un 44,90% y la primera oposición sacó un 22,96%, cuando gran parte de los votos ganadores fueron aportados por los aparatos municipales que usan los recursos económicos y los empleados públicos a favor de sus candidatos y la Coalición Cívica habla de no menos de un millón de votos perdidos por el robo de boletas? Sin discutir la legitimidad de la victoria del partido gobernante, sí podemos cuestionar si la distribución de poder a nivel legislativo y comunal se condice con la auténtica voluntad del pueblo. Tal vez el verdadero porcentaje del gobierno, si las elecciones hubieran sido transparentes, estaría alrededor del 40% y la Coalición Cívica tendría un 28%. No es lo mismo. ¿Cuántos legisladores nacionales y provinciales y concejales hubieran cambiado de partido con estas cifras más acordes con la voluntad popular?


El robo de los valores del pueblo


Si bien la asociación habitual de la corrupción es con el signo $, creo, como muchos, que el daño mayor de este flagelo social está no en el bolsillo del pueblo sino en su alma. ¿Cuánto del crimen, la desesperanza y la desesperación que padecemos a diario se debe al hecho de ver cómo se enriquecen escandalosa y descaradamente los funcionarios y sus amigos a pesar y a costa de la gran mayoría de la población que sólo piensa en trabajar honestamente? ¿Cómo nos afecta en nuestra identidad nacional y nuestra proyección internacional ser considerado como un país corrupto? Es decir, ¿somos un país corrupto o somos un país de una mayoría de personas honestas que hemos dejado que la minoría de corruptos nos gobiernen y se lleven nuestro dinero y nuestras esperanzas? Tal vez sea hora de decir un enfático “¡No!” al estereotipo de ciudadano, empresario, funcionario y político al que nos hemos acostumbrado y en el que nos ha encasillado el mundo para reemplazarlos por personas más acordes con la mayoría de la población y un nuevo país del que podamos sentirnos orgullosos.


La corrupción y la honestidad no tienen ideología


Cuando la Dra. Carrió dice que el conflicto hoy no es de derechas o de izquierdas, sino preideológico -“dejar de robar, mentir y votar en contra de los pobres”-, está hablando de esta corrupción estructural e instalada en nuestra sociedad que nos impide salir adelante por más que nos esforcemos. Es prioritario e imprescindible quitar este obstáculo para entonces poder enfrentar los problemas del país en el disenso sano y productivo de la verdadera democracia, de quienes quieren servir al pueblo que lo eligió y no a sus propios intereses y los de sus familiares y amigos. El tema de la corrupción, sugestivamente ignorado por el gobierno y tan poco mencionado por los demás opositores, no es simplemente un “costo” necesario o inevitable para que se hagan las cosas (“roban pero hacen”, “robo para la corona”), sino un verdadero cáncer que avanza distorsionando todo el tejido social, quitándole fuerza y salud hasta que termina vencido por una enfermedad terminal. Todavía estamos a tiempo de erradicarlo y reemplazarlo por tejido sano, para empezar a caminar hacia el destino que nos merecemos los honestos y trabajadores y nos quieren arrebatar los corruptos y parásitos.


(1) http://www.transparency.org/policy_research/surveys_indices/cpi/2007


Alejandro Field – ARI San Isidro

Mayo 2008


Publicado en la página de la Coalición Cívica, sección Opinión Abierta: Corrupción: mucho más que $$

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que el robo de los valores es el más grave de todos y la causa de los demas robos que se mencionan en la nota. Es necesario verdaderos líderes con firmes valores para cambiar esta sociedad. Muchos argentinos no nos merecemos que nuestra Argentina ocupe un lamentable lugar en la lista de corrupción. Martín Bruzzi