10/1/07

Una visión política cristiana estadounidense distinta: Jim Wallis

Un extracto de God's Politics

(La política de Dios)

Por Jim Wallis


Una opción mejor

¿Por qué no podemos hablar de religión y política? Estos son los dos temas que se supone que uno no debe tratar cuando está entre gente educada. ¡No vaya a arruinar una cena mencionando alguno de estos temas! Esa es la sabiduría convencional. ¿Por qué? Tal vez porque son cuestiones demasiado importantes y potencialmente demasiado divisivos, o porque plantean asuntos relacionados con valores fundamentales y preocupaciones últimas que nos incomodan.


Percibo en todo el país el hambre de una conversación más plena, profunda y rica acerca de la religión en la vida pública, acerca de la fe y la política. Es una discusión que no siempre escuchamos en Estados Unidos hoy. A veces las voces más estridentes y estrechas son las más fuertes, y la religión más progresiva, profética y sanadora suele quedar a un lado. Pero la buena noticia es que todo esto está cambiando.


Abraham Lincoln tenía razón. Nuestra tarea no debería ser invocar la religión y el nombre de Dios reclamando la bendición y el respaldo de Dios para todas nuestras políticas y prácticas nacionales, diciendo, en realidad, que Dios está de nuestro lado. Más bien, como lo expresó Lincoln, deberíamos preocuparnos celosamente por estar del lado de Dios.


Estas son las dos formas en que la religión ha sido incorporada a la vida pública en la historia estadounidense. La primera –Dios de nuestro lado– lleva inevitablemente al triunfalismo, a la arrogancia moral, a la mala teología y, a menudo, a una peligrosa política exterior. La segunda –preguntar si estamos del lado de Dios– lleva a cosas mucho más saludables, como la penitencia y aun el arrepentimiento, la humildad, la reflexión y la rendición de cuentas. Necesitamos mucho más de todas estas cosas, porque suelen ser los valores faltantes de la política.


Martin Luther King Jr. fue quien mejor lo hizo. Con su Biblia en una mano y la Constitución en la otra, King persuadió y no solo proclamó. Nos recordó a todos los propósitos de Dios de justicia, de paz y para la “amada comunidad” donde quienes han sido dejados afuera y dejados atrás obtienen un asiento en primera fila. Y trajo la religión a la vida pública de una forma que era siempre acogedora, inclusiva y atractiva para todos quienes estaban preocupados por valores morales, espirituales o religiosos. Nadie se sentía dejado fuera de la conversación.


Los valores de la política son mi principal preocupación. Por supuesto, Dios no es partidario. Dios no es republicano ni demócrata. Cuando cualquiera de los partidos trata de politizar a Dios o de cooptar a las comunidades religiosas para promover agendas políticas, comete un error tremendo. La mejor contribución de la religión es, precisamente, no ser ideológicamente predecible ni lealmente partidario. Ambos partidos y la nación deben dejar que se escuche la voz profética. La fe debe estar libre para desafiar tanto a la Derecha como a la Izquierda desde un terreno moral coherente.


La “política de Dios”, por lo tanto, nunca es partidaria ni ideológica. Pero la política de Dios cuestiona todo en nuestra política. La política de Dios nos trae a la mente las personas que nuestra política siempre pasa por alto: los pobres, los vulnerables, los dejados atrás. La política de Dios cuestiona el estrecho egoísmo nacional, étnico, económico o cultural, recordándonos un mundo mucho más amplio y la diversidad creativa humana de todos aquellos hechos a la imagen del creador. La política de Dios nos recuerda la creación misma, un rico medio ambiente en el cual debemos ser buenos mayordomos, y no meros usuarios, consumidores y explotadores. Y la política de Dios implora que resolvamos, tanto como sea posible, los conflictos inevitables entre nosotros sin la terrible destrucción de la guerra. La política de Dios nos recuerda siempre la antigua prescripción profética: “Elige, pues, la vida, para que vivas tú y tus descendientes”, y que desafiemos todas las moralidades selectivas que quieren elegir un conjunto de vidas y temas por sobre otros. Esto desafía tanto a la Derecha como a la Izquierda, ofreciendo una nueva visión para la fe y la política en Estados Unidos, y una nueva conversación entre la fe personal y la esperanza política.


Las personas preocupadas por el cambio social y hambrientos de valores espirituales pueden llegar a combinar ambas búsquedas. Demasiado frecuentemente, la política y la espiritualidad han sido separadas, polarizadas y aun puestas a competir entre sí. Hemos sido llevados de aquí para allá por espiritualidades privadas que no tienen ninguna relación con la vida pública y una política secular que muestra desprecio por la religión o aun las preocupaciones espirituales. Esto deja a la espiritualidad sin consecuencias sociales y a la política sin alma. El discurso político que está desconectado de valores morales degenera rápidamente. ¿Cómo podremos cambiar nuestra vida pública con aquellos valores que son los más caros para muchos de nosotros? ¿Cómo podemos conectar una espiritualidad auténticamente “profética” con la urgente necesidad de justicia social? Esta es la conexión que está esperando el mundo.


La profecía no es predecir el futuro, sino articular verdad moral. Los profetas diagnostican el presente y señalan el camino hacia una solución justa. La “tradición profética”, en todas las grandes religiones del mundo, es justo lo que necesitamos para desarrollar nuestras opciones políticas contemporáneas que, a decir verdad, están fracasando estrepitosamente en la resolución de nuestros problemas sociales más acuciantes. Las opciones ideológicas competidoras, entre las cuales nos vemos forzados a escoger, están probablemente en su nivel más bajo en lo que se refiere a impulsar la participación de ciudadanos comunes en la vida pública. No se trata sólo de que las personas no estén interesadas, sino que se sienten subrepresentadas e incapaces de votar por algo que exprese sus mejores valores. Esta es una seria crisis política, y necesitamos mejores opciones.


¿Qué significaría evaluar las principales opciones políticas actuales según los valores de los profetas? Más importante, ¿qué ocurriría si afirmáramos que los valores son el tema más importante para el futuro de la política? ¿Y si propusiéramos una “política profética”?


Luego de las elecciones de mitad de período de 2002, asistí a una cena privada para egresados de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachussets. Nuestro orador era un estratega político republicano que acababa de ganar todas las principales campañas electorales gubernamentales y senatoriales en las que había participado. Huelga decir que estaba rebosando de su éxito y ansioso por contarnos al respecto. Este muy astuto operador político dijo que los republicanos ganaron a personas de la clase media y aun de la clase obrera en los temas “sociales”, aquellos temas morales y culturales que los demócratas no parecen entender o apreciar. Hasta sugirió que la pasión en los temas sociales puede hacer que las personas voten contra su propio interés económico. Dado que los ricos ya están con nosotros, dijo, ganamos elecciones.


Alcé mi mano y le hice la siguiente pregunta: “¿Qué harían ustedes si enfrentaran a un candidato que asumiera una postura moral tradicional en los temas sociales y culturales? No sería de espíritu mezquino y, por ejemplo, no culparía a los homosexuales por la descomposición de la familia, no criminalizaría las opciones de mujeres desesperadas que se han visto arrinconadas hacia lugares difíciles y peligrosos. Pero el candidato sería decididamente profamilia, provida (en el sentido que realmente quiere reducir la tasa de abortos), sólido en la responsabilidad personal y los valores morales, y hablaría abiertamente contra la contaminación moral en toda la cultura popular que hace que criar niños en Estados Unidos sea una actividad contracultural. ¿Y si ese candidato fuera también un populista económico, propobres en políticas sociales, duro contra la corrupción y el poder corporativos, claro en su apoyo de la clase media y las familias obreras en el cuidado de la salud y la educación, un ambientalista, y comprometido con una política exterior que enfatizara la ley internacional y la cooperación multilateral por sobre la guerra preventiva y unilateral? ¿Qué harían?”, pregunté. El estratega republicano hizo una larga pausa y luego dijo: “¡Entraríamos en pánico!”.


Prácticamente cada vez que hablo de “política profética” durante cualquier período electoral, alguien hace la pregunta: “¿Cómo puedo votar por lo que acabo de escuchar?”. Hay encuestas muy interesantes en los últimos años que muestran cómo ha crecido la importancia para los votantes de los “valores” en su comportamiento electoral. Y la mayoría de los votantes sienten que no pueden votar realmente por sus valores. En la encuesta, la cuestión de los valores ahora va más allá de las cuestiones tradicionales de familia y sexo para incluir temas como “cuidar de los pobres”. El problema es que la política sigue siendo regida por polaridades ideológicas que dejan a muchos con la sensación de que los han dejado afuera.


Existen ahora tres opciones políticas principales en nuestra vida pública. La primera opción política en Estados Unidos hoy es conservadora en todo, desde las preocupaciones culturales, morales y familiares a los temas económicos, ambientales y de política exterior Hay diferencias entre nacionalistas agresivos y aislacionistas cautelosos, entre apologistas corporativos y conservadores fiscales probos, pero ésta es la opción política que está claramente en ascenso en Estados Unidos, donde la mayoría de las ideas dominantes en la arena pública provienen de la Derecha política.


La segunda opción política en los Estados Unidos contemporáneos es liberal en todo, tanto en cuestiones familiares/sexuales/culturales como en asuntos ambientales y de política exterior. Ciertamente hay diferencias entre los liberales (desde centristas pragmáticos a izquierdistas verdes), pero las raíces intelectuales e ideológicas vienen del lado Izquierdo del espectro cultural y político, y hoy la mayoría de los liberales/izquierdistas se encuentran a la defensiva.


La tercera opción en la política estadounidense es libertaria, que significa liberal en temas culturales/morales y conservador en lo fiscal/económico y en política exterior. La opción “sólo déjame en paz y no gastes mi dinero” está creciendo rápidamente en la vida nacional.


Yo creo que hay una “cuarta opción” para la política estadounidense, que viene de la tradición religiosa profética que hemos descrito. Es “tradicional” o “conservadora” en cuestiones de valores familiares, integridad sexual y responsabilidad personal, mientras que es “progresiva”, “populista” o aun “radical” en temas como la pobreza y la justicia racial. Afirma la buena mayordomía de la tierra y sus recursos, apoya la igualdad de género y tiene una mentalidad más internacional que nacionalista, considerando primero la pacificación y la resolución de conflictos cuando se trata de cuestiones de política exterior. Las personas a las que apela (muchas religiosas, pero otras no) tienen posiciones muy fuertes en temas como el matrimonio, la crianza de los hijos y la ética individual, pero sin ser “de derecha”, reaccionarios, de espíritu mezquino o que usen a cualquier grupo de personas como chivos expiatorios, incluyendo a los homosexuales. Pueden ser provida, profamilia y profeministas simultáneamente. Piensan que los temas de “carácter moral” son muy importantes, tanto en la vida personal de un político como en sus opciones políticas. Pero son decididamente propobres, pro reconciliación racial, críticas de soluciones puramente militares y defensoras del medio ambiente.


En el corazón de la cuarta opción hay un vínculo integral entre la ética personal y la justicia social. Y apela a personas que se rehúsan a hacer una falsa opción entre ambas.


¿Quiénes son estas personas? Muchas son religiosas: católicos, negros y cristianos latinos, evangélicos que no se identifican con la Derecha Religiosa, y miembros de todas nuestras iglesias denominacionales que quieren poner en práctica su fe. Son judíos y musulmanes guiados por una fe activa y no sólo por un trasfondo personal. Son personas que no se consideran “religiosas” sino más bien “espirituales”, y quieren ser atraídas a una cuarta opción en la política. Y son personas –religiosas, espirituales o no– que se consideran moldeadas por un fuerte sentido de valores morales y anhelan un compromiso político que refleje esos valores.


Cuando recorro el país encuentro muchas personas que comparten esta perspectiva. Pero aún no es una opción política viable. Debería serlo. Como una persona que ha exigido una nueva “política moral” que trascienda las viejas categorías tanto de la Izquierda secular como de la Derecha religiosa, creo que es hora de afirmar una clara “cuarta” opción política. En una reciente conversación, el columnista E. J. Dionne, de The Washington Post, dijo que había un enorme electorado de “cristianos no de derecha” y otras personas con preocupaciones morales en el país que necesita organizarse. Como Dionne, son entre moderados y conservadores en cuestiones morales personales, a la vez que muy progresistas en la justicia social.


Encuestas recientes demuestran que, cuanto más religiosos son los votantes, más probabilidad tienen de votar por conservadores. Considerando cuán negativamente gran parte de la Izquierda política parece considerar la religión y la espiritualidad, esto no es sorprendente. Pero, ¿qué pasaría si una nueva opción política considerara la ética personal como algo tan importante como la justicia social y viera la fe como una fuerza positiva en la sociedad para el cambio social progresista? Creo que la cuarta opción podría ser una verdadera visión ganadora y creo que hay muchos que están realmente hambrientos por esta opción. Mientras las elites políticas y muchos grupos de interés especial se resisten a la combinación “ética personal/justicia social” (tal vez porque amenaza muchos intereses especiales), muchísimas personas comunes la acogerían de buen grado.


Lo que necesitamos es nada menos que una “política profética”. Debemos encontrar un nuevo lenguaje moral y político que trascienda las viejas divisiones y busque el bien común. La política profética encuentra su centro en “temas morales” fundamentales como los niños, la diversidad, la familia, la comunidad, la ciudadanía y la ética (se podría agregar otros como la no violencia, la tolerancia, la equidad, etc.), e intenta construir direcciones nacionales con las cuales muchas personas de todo el espectro político podrían concordar. Estaría relacionado directamente con el proverbio “Donde no hay visión, el pueblo se extravía”, y ofrecería una auténtica visión política que surge de pasajes bíblicos tomados de textos proféticos. Nuestras propias antiguas tradiciones religiosas proféticas podrían ofrecer una forma de avanzar más allá de nuestra política nacional polarizada y paralizada, y podrían ser el fundamento para una cuarta opción que brinde las nuevas ideas que la política siempre necesita.


En palabras sencillas, las dos opciones tradicionales de Estados Unidos (demócrata y republicano, liberal y conservador) no han logrado capturar la imaginación, el compromiso y la confianza de la mayoría de las personas de este país. Ninguna ha encontrado formas de resolver nuestros problemas sociales más profundos y arraigados. Una prosperidad récord no ha curado la pobreza infantil. La descomposición de la familia está ocurriendo sin diferencias de clase y de raza. La educación pública sigue siendo desastrosa para millones de familias. Millones más aún no tienen un seguro de salud, o no pueden encontrar una vivienda accesible. El medio ambiente sufre por debates no resueltos mientras nuestra cultura popular se vuelve cada vez más contaminada por un “entretenimiento” degradado y violento. En las comunidades locales, la gente está cada vez más aislada, ocupada y desconectada. Nuestra política extranjera se ha vuelto una afirmación agresiva de superioridad militar de forma defensiva y reactiva, buscando protegernos contra amenazas crecientes e invisibles, en vez de tratar con las causas de raíz de esas amenazas. La Derecha e Izquierda políticas siguen luchando entre sí, pero lo cierto es que estas falsas opciones ideológicas han cumplido su ciclo y se han vuelto disfuncionales.


La política profética no sería una discusión interminable entre la responsabilidad personal y la responsabilidad social, sino un entretejido de ambos en busca del bien común. Las opciones actuales están empantanadas. La política profética no asignaría todas las respuestas al gobierno, al mercado, o a las iglesias y entidades de beneficencia, sino más bien forjaría pacientemente y creativamente nuevas asociaciones cívicas donde todos hagan su parte y cada uno haga lo que mejor sabe hacer. La política profética no debatiría si nuestras estrategias deben ser culturales, políticas o económicas, sino mostraría cómo deben ser las tres cosas simultáneamente, guiadas por una brújula moral.


Tal vez lo más importante sea que la política profética no sería guiada sólo por funcionarios electos, abogados y sus patrocinadores financieros. Busque organizadores comunitarios, empresarios sociales, organizaciones sin fines de lucro, comunidades basadas en la fe y padres para ayudar a mostrar el camino a seguir. Preste atención especial a toda una generación de jóvenes forjados en el servicio comunitario. Tal vez sean cínicos acerca de la política, pero están preocupados vitalmente por la vida pública. La política que necesitamos ahora surgirá más de la construcción de movimientos sociales y espirituales que de meramente cabildear en convenciones partidarias. Y terminará por influir en las convenciones partidarias, como siempre ocurre con los movimientos exitosos.


El papel profético que las iglesias están asumiendo es ilustrativo de la vocación pública mayor que podría ser necesaria ahora. Ese papel podrá volverse más claro luego de la elección. Sin una visión, los demócratas no tenían nada que ofrecer al pueblo estadounidense como alternativa a la visión de la administración Bush.


Con los republicanos ofreciendo guerra en el exterior y dominación corporativa en casa, y los demócratas sin ofrecer ninguna alternativa real, ¿quién alzará una voz profética a favor de la justicia social y económica, y por la paz? Nunca ha habido un papel más claro para las iglesias y la comunidad religiosa. Podemos impulsar a ambos partidos hacia la consistencia moral y los mejores valores que han afirmado por sobre el pragmatismo sin principios y las campañas negativas en los que ambos lados participaron demasiado frecuentemente en las últimas elecciones.


La valentía que demostraron muchos líderes de iglesia en oponerse a la guerra de Irak es una señal precoz de ese papel profético, al igual que la creciente unidad en todo el espectro eclesiástico sobre el tema de la pobreza. Lo cierto es que hay más iglesias comprometidas con la justicia y la paz que las que pertenecen a la Derecha Religiosa. Es hora de que la voz de esas congregaciones sea oída y su activismo sea movilizado para convertirse en la conciencia de la política estadounidense en un tiempo de crisis.


Hemos visto otros momentos de la historia reciente en que las iglesias surgieron como la voz rectora de la conciencia política y la oposición. Ciertamente hubo momentos clave en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, en El Salvador durante la década de 1980, en la revolución de poder popular que expulsó al dictador Ferdinando Marcos en Filipinas, y en la oposición al gobierno comunista en Polonia, cuando las iglesias se convirtieron en la voz pública crítica, tanto para el cuestionamiento político como para el cambio.


Aun en las democracias, las iglesias han respondido a esa misma vocación profética. En Nueva Zelanda, durante la década de 1990, cuando fuerzas conservadoras desmantelaron la largamente establecida red de seguridad social de esa sociedad, fueron las iglesias –asociadas con el pueblo indígena maorí– que lideraron las marchas, encendieron la protesta pública y ayudaron a restaurar programas clave en el cuidado de la salud, la vivienda y los servicios sociales. Durante los años de Margaret Thatcher en Gran Bretaña, fueron nuevamente los líderes de las iglesias que recordaron a la nación sus responsabilidades hacia las comunidades urbanas empobrecidas, la ética del bien común por sobre el lucro privado, la justicia social y la paz. Y, por supuesto, en Estados Unidos, las iglesias negras brindaron el fundamento moral y la infraestructura social para el poderoso movimiento de derechos civiles que cambió nuestra sociedad.


En una nación severamente dividida, enfrentamos desafíos históricos. Pero el “empate” político en que se encuentra la nación podría ser un momento de oportunidad. Muestra que las viejas opciones y debates han creado una situación estancada. Esta misma crisis podría abrir el camino para formas de pensar y de organización nuevas y creativas. Y esto podría ser, ciertamente, una muy buena noticia. Nuestros líderes políticos deben incorporar la sabiduría de que la forma de alcanzar terreno común es yendo hacia un terreno más alto. Y nosotros los ciudadanos deberíamos comenzar por mostrar el camino.


Tal vez la percepción más errónea de los medios de comunicación de nuestro tiempo es que la influencia religiosa en la vida política sólo equivale a la política de la Derecha Religiosa. La mayor historia que los medios de comunicación principales deben descubrir aún es cuánto de esa realidad está cambiando. Mi predicción es que las voces religiosas moderadas y progresistas moldearán la política en las próximas décadas mucho más significativamente que la Derecha Religiosa.


La historia nos enseña que los movimientos sociales más eficaces son también movimientos espirituales, movimientos que cambian el pensamiento y las actitudes de las personas apelando a valores morales y religiosos. Esos movimientos cambian el clima cultural y político, lo que a su vez hace que los cambios de política sean posibles, aceptables y, sí, democráticos. Tal vez el mejor ejemplo de algo bien hecho, como hemos dicho, es el movimiento de derechos civiles estadounidense, que fue liderado por ministros religiosos que apelaban directamente a la fe bíblica. Creo que ese será el patrón más probable para movimientos futuros que combinan la fe y la política, reemplazando el modelo más políticamente conformista de la Derecha Religiosa.


Alejarse de la política divergente de liberales y conservadores, Izquierda y Derecha, sería un cambio enormemente positivo y abriría el camino a una nueva “política de soluciones”. Ahora mismo, Washington responde a un problema o crisis de dos formas. Primero, los políticos intentan hacer que tengamos miedo del problema y, segundo, buscan a alguien para culpar. Luego observan para ver cuál giro político tuvo éxito, sea en la próxima encuesta o la próxima elección. Pero rara vez se dedican a resolver el problema. Los medios empeoran todo al suponer que cada tema político tiene sólo dos lados, en vez de múltiples ángulos para observar y solucionar el problema. Adictos al conflicto en su metodología, los medios siempre quieren organizar una pelea entre puntos de vista polarizados en vez de convocar a una discusión pública para encontrar respuestas serias.


La respuesta está en poner los valores en el centro del discurso político y, en cada debate público, preguntar qué clase de país y personas queremos ser realmente. Encontraríamos nuevos acuerdos atravesando viejas fronteras partidarias y un nuevo terreno común entre personas que están de acuerdo en los valores y están dispuestas a desafiar los intereses especiales de todas partes que están obstruyendo las soluciones que apoyarían la mayoría de los estadounidenses. Las ideologías no nos han servido; los valores nos pueden unir, especialmente alrededor de nuestras visiones democráticas más comunes.


Jim Wallis es editor en jefe de la revista Sojourners. Este artículo es un extracto de God's Politics: Why the Right Gets It Wrong and the Left Doesn't Get It: A New Vision for Faith and Politics in America (La política de Dios: Por qué la Derecha está equivocada y la Izquierda no lo entiende: Una nueva visión para la fe y la política en Estados Unidos) (Harper SanFrancisco)

Traducción: Alejandro Field

Artículo original: An Excerpt from God’s Politics

(http://www.sojo.net/index.cfm?action=special.display&item=050111_godspolitics#excerpt)

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